
Muchos jóvenes liberales están familiarizados con Ludwig von Mises, Friedrich Hayek o Milton Friedman y también conocen los antecedentes filosóficos e intelectuales asentados por los escolásticos de la Escuela de Salamanca, pero ¿qué hay de otros autores clave para entender el liberalismo contemporáneo?
Entre esos pensadores que quizá no tienen hoy tanto reconocimiento como hace algunas décadas destaca la figura Raymond Aron, el gran sociólogo y filósofo político francés que dedicó su vida a una defensa lúcida y moderada de la libertad, sin caer nunca en el dogmatismo ideológico. Su legado intelectual —profundamente liberal, anti-totalitario y característicamente prudente— sigue siendo indispensable para comprender los dilemas políticos del siglo XX e interpretar los acontecimientos del XXI con la iluminación que nos aporta el entendimiento del pasado.
Raymond Aron (1905-1983) fue testigo directo de las tragedias de su tiempo: la Revolución rusa, las dos guerras mundiales, el auge del nazismo, la Guerra Fría o la amenaza nuclear. Frente al entusiasmo ciego de tantos intelectuales por las utopías ideológicas —particularmente el marxismo—, Aron se destacó por una actitud realista y crítica, defendiendo siempre una racionalidad política que reconociera los límites de la acción humana, la fragilidad de las instituciones y la importancia de preservar la libertad frente a las tentaciones del totalitarismo. Profesor de generaciones de estudiantes, editor de Le Figaro e interlocutor y crítico de pensadores de izquierda como Jean Paul Sartre, fue un firme adversario de todas las ilusiones revolucionarias y mantuvo una firme vocación democrática, racionalista y anti-doctrinaria.
Su libro más influyente, El opio de los intelectuales (1955), denunció con valentía el doble rasero moral de muchos pensadores franceses que criticaban con dureza a las democracias liberales mientras justificaban, o incluso celebraban, los crímenes del comunismo soviético. En una época dominada por el compromiso ideológico con este tipo de proyectos totalitarios, Aron propuso la lealtad a la verdad y la libertad como el axioma que todo pensador debería colocar por encima de modas políticas o caprichos ideológicos. Aquella obra, comparable incluso a Camino de servidumbre de Hayek en lo tocante al impacto intelectual que tuvo en la Europa de su tiempo, rompió el hechizo del marxismo y quebró buena parte del pensamiento europeo que seguía mirando a Moscú con buenos ojos durante los años de la posguerra.
Ahora, la colección Biografías Intelectuales de la Fundación FAES y su editorial Gota a gota publican en español una obra clave para redescubrir al intelectual galo. Se trata de Raymond Aron. Una introducción, texto canónico de Daniel J. Mahoney que por fin ve la luz en nuestro país. Traducida por primera vez al español, esta obra ofrece una mirada profunda al pensamiento político de Aron, mostrando la vigencia de sus ideas y su relevancia para nuestro tiempo. El autor, filósofo político y profesor universitario, es considerado uno de los mayores expertos internacionales en el pensamiento de Aron, de modo que pocas voces puede haber más autorizadas que la del responsable del volumen.
El libro es tanto una introducción crítica como una defensa apasionada de la ciencia política liberal. A lo largo de sus 300 páginas, Mahoney destaca el rechazo de Aron a las ilusiones ideológicas del siglo XX y su apuesta por una política de la prudencia, la moderación y el juicio racional. Lejos de los discursos utópicos, Aron propuso una ciencia política "que no sea literaria ni ideológica, sino estadista", es decir, capaz de afrontar los dilemas morales y estratégicos de las democracias liberales modernas.
Una parte central del libro está dedicada a la exégesis del ensayo aroneano titulado "El amanecer de la historia universal", un texto donde discutió con profundidad la noción de "modernidad" y la fe en el "determinismo histórico" que profesaron autores como Karl Marx. En pensador francés rechazaba las corrientes predominantes en las ciencias sociales modernas y recalcaba siempre que el progreso no significa una ruptura total con el pasado, sino la prolongación de lo viejo con la debida incorporación de lo nuevo, dinámica inherentemente delicada y, por tanto, cargada de dilemas morales que exige razón política y moderación. Esto explica por qué su pensamiento tuvo eco en círculos conservadores y no solamente en el plano del liberalismo.
La obra de Aron no solamente reivindica el valor de la libertad, sino que también nos recuerda que el mundo que habitamos es el resultado de una evolución frágil. Considera, pues, que el orden que heredamos de nuestras anteriores generaciones debe ser cuidado y preservado, de modo que, ni en las más oscuras circunstancias históricas, dejó de creer que la prudencia política era un atributo esencial, frente a los radicalismos ideológicos de los que fue testigo a lo largo de su vida. Aquí, su figura es contrastada por el biógrafo con la de Max Weber: si el teutón defendía el "compromiso" del político, el francés optaba por la figura del gobernante "prudente", que consideraba más responsable.
Otro momento brillante del libro es la exposición del liberalismo de Aron y su relación con autores como Alexis de Tocqueville. Mahoney subraya cómo Aron defiende con firmeza la libertad de pensamiento, la economía de mercado y el pluralismo político, pero lo hace sin idealismos, rechazando los excesos en que pueden incurrir los defensores más radicales de estas ideas. Este es un llamado a la calma y a la moderación que quizá tiene difícil encaje en pleno siglo XXI, pero que nos recuerda que las ideas de la libertad no solamente se cultivan desde perspectivas más expansivas y maximalistas, sino también desde miradas más pausadas que abogan por mejoras incrementales y cambios paulatinos que eviten rupturismos y quiebres.
En resumen, el volumen que ahora publica la fundación presidida por José María Aznar constituye una excelente puerta de entrada al pensamiento de uno de los grandes liberales del siglo XX, cuya obra no ha sido lo suficientemente divulgada en habla hispana a lo largo de las últimas décadas. En palabras de Mahoney, necesitamos hoy más que nunca "una ciencia política y un arte cívico que aclaren y defiendan nociones de sentido común como las que planteó Raymond Aron".
Es, pues, una feliz decisión de FAES la publicación de esta obra. No en vano, Libertad Digital ha publicado numerosos artículos de autores que han ensalzado la figura de Aron, caso de José María Marco, Alicia Delibes, Óscar Elía, Jorge Vilches, Rubén Loza o Fernando Genovés. La relevancia y vigencia de su obra queda refrendada con este nuevo volumen que ahora llega a las librerías.

