
Desde hace décadas, China ha dominado sin competencia real el mercado mundial de tierras raras, un conjunto de 17 elementos químicos esenciales para fabricar desde teléfonos móviles hasta misiles de precisión. Pero en medio de una creciente rivalidad con Estados Unidos, agravada por la guerra de aranceles con Donald Trump, Pekín ha comenzado a utilizar su hegemonía mineral como arma geopolítica.
Según denuncia The Wall Street Journal (WSJ), el gigante asiático está retrasando la industria de defensa de Estados Unidos, que se enfrenta a un aumento vertiginoso de los precios y una carrera contrarreloj para reconstruir cadenas de suministro alternativas. La pregunta ya no es si China puede frenar el flujo de estos materiales. Es si lo está haciendo deliberadamente.
Una dependencia estratégica
China controla aproximadamente el 90% del suministro global de tierras raras, además de una gran parte del procesamiento de otros minerales críticos como el germanio, galio y antimonio. Estos materiales no solo son vitales para la industria tecnológica civil, sino que resultan insustituibles en múltiples aplicaciones de defensa: motores de drones, misiles guiados, sistemas infrarrojos, gafas de visión nocturna y satélites militares.
Esta concentración le otorga a Pekín un poder de negociación formidable, especialmente en tiempos de tensiones comerciales con Washington. Y, a pesar de que en junio ambas potencias llegaron a una tregua económica, Beijing ha limitado la exportación de minerales vinculados a actividades militares. De hecho, las solicitudes ligadas al sector defensa han sido retrasadas o directamente rechazadas, según ha denunciado WSJ.
Efectos inmediatos: retrasos y sobrecostes
Las consecuencias en la industria armamentística han sido inmediatas. Un fabricante de componentes para drones que suministra piezas al ejército estadounidense declaró al WSJ que tuvo que retrasar la entrega de pedidos hasta dos meses mientras buscaba un proveedor de imanes de tierras raras fuera de China.
En algunos casos, los precios de ciertos materiales se han multiplicado por cinco. El samario, utilizado en imanes que resisten temperaturas extremas como las de los motores de aviones de combate, ha llegado a costar 60 veces más que su precio habitual.
Dependencia peligrosa
El endurecimiento de las medidas también incluye más burocracia y una vulneración de la privacidad de las empresas, que deben presentar fotos de producción, documentación técnica y pruebas del uso final de los minerales, para demostrar que no se destinarán a la defensa. Quienes rechazan estas condiciones—como la empresa americana ePropelled—han visto detenerse el envío de imanes y sufrir retrasos importantes.
La firme dependencia del Pentágono respecto a minerales controlados por China es una realidad que revelan los datos: más de 80.000 componentes usados en sistemas de armas del Departamento de Defensa se basan en minerales bajo el control regulatorio de Pekín.
WSJ también destaca que esta dependencia fortalece el poder negociador de China en el marco de una relación cada vez más tensa con EEUU especialmente después de la imposición mutua de aranceles masivos o controles a la exportación de tecnología avanzada. Es evidente que las consecuencias de esta guerra económica podrían ser críticas no solo para el mercado, sino también para la seguridad nacional.



