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Sánchez destroza cualquier atractivo de la economía española para los inversores

La inversión extranjera se desploma bajo el actual Gobierno, pasando de 20.000 millones en 2018 a solo 4.000 este año.

Los últimos datos de inversión extranjera en España vuelven a encender las alarmas. Desde que Pedro Sánchez llegó a La Moncloa, la entrada de capital foráneo no ha dejado de caer. Los números son elocuentes: en el segundo trimestre de 2018, España recibió más de 20.000 millones de euros en inversión; en el mismo periodo de este año, apenas rozamos los 4.000. Una quinta parte. Y eso no es casualidad.

Durante estos siete años, el Gobierno ha alimentado una sensación de inseguridad jurídica que asusta al inversor. Y si hay algo que el dinero teme, es la incertidumbre. La imprevisibilidad legislativa, los cambios constantes de normas, las subidas de impuestos y la creación de tributos "ad hoc" por motivos políticos o populistas hacen que muchas empresas internacionales prefieran mirar hacia otro lado.

A esto se suma la intromisión del poder político en las decisiones empresariales: desde la entrada del Estado en grandes multinacionales para influir en nombramientos, hasta la utilización de consultas públicas para eludir responsabilidades en operaciones corporativas. Todo ello transmite un mensaje claro: España ya no ofrece un marco estable ni confiable para invertir.

Y no solo es la política económica. También pesan los escándalos de corrupción, las investigaciones judiciales y el intento de controlar instituciones clave, incluida la Justicia. Son factores que erosionan la imagen del país y generan dudas sobre la transparencia del sistema.

El resultado está a la vista: menos inversión, menos crecimiento, menos empleo. Porque cuando el capital se va, se lleva consigo la posibilidad de crear trabajo, de innovar, de hacer avanzar al país. Y mientras tanto, el Gobierno sigue fiando su discurso a la retórica, a la idea de que todo puede resolverse con palabras. Pero la economía no se convence con discursos: se convence con confianza, con reglas claras y con estabilidad.

Recuperar la credibilidad perdida llevará tiempo. España necesita recuperar el respeto de los inversores internacionales, volver a ser vista como un país serio, predecible, competitivo. Porque la confianza —como la reputación— cuesta años construirla… y solo unos meses destruirla.

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