
"Están drogados todo el día, se cagan y se mean en cualquier lado. Es una putada para los negocios". Así empieza la conversación con la dueña de un bar en la calle Ave María, uno de los locales más alejados de la plaza de Lavapiés, actualmente considerada la zona más conflictiva del barrio. Desde allí, todavía algo apartada, teme que si estas personas comienzan a subir la calle hacia Antón Martín, los clientes dejen de venir.
"Me sorprende que nadie pueda hacer nada, la policía les protege, hay que buscar una solución", reclama. La propietaria compara la situación con los años 80 en Malasaña y Chueca. Explica que entre los grupos de drogadictos —de los que asegura no sentir "miedo", sino más bien "pena"— hay muchas chicas jóvenes porque "las acogen" y acaban siendo como "una secta".
Bajando la misma calle, ya un poco más cerca de la plaza, otro comercio vive la problemática de manera más directa. Desde allí relatan cómo los robos se han vuelto constantes: "Se meten los productos entre las piernas, debajo de la falda o en bolsos delante nuestra. Yo salgo detrás de ellos hasta que me los devuelven porque si no vuelven a robarte, pero algún día me sacan un cuchillo y me matan, yo lo sé".
Según asegura una de sus trabajadoras, estas situaciones ocurren "últimamente" con mucha más frecuencia que hace años. "Estoy harta", sentencia para Libertad Digital.
En su caso, la situación se ha agravado por las obras en el barrio, que han creado nuevos espacios donde estas personas "se esconden" para drogarse. Frente a su puerta, por ejemplo, lleva meses instalada una cabina prefabricada. "La gente viene a pincharse en mi puerta. El otro día, a las 9:30 de la mañana, estaba uno de ellos meando. Llamé a la policía y le quitaron, pero cuando se fue la policía, el yonqui vino a decirme que yo era una hija de puta, que él llevaba años viviendo en España", relata. "Yo no llamé porque fuera extranjero, también lo hubiese hecho si fuera español", añade.
Ya en la misma plaza de Lavapiés, en plena calle la Fe, el impacto sobre los comercios es todavía más evidente. "En esta calle los negocios están al grito y llamando a la policía con fotos y vídeos todo el rato", cuenta la del primer bar.
Precisamente allí, la dueña de otro local que participa en la recogida de firmas vecinal contra el estado del barrio denuncia la caída de ventas y la presencia constante de personas drogadas en su puerta: "Desde la vuelta de vacaciones me han bajado las ventas un 40%. La gente que viene a comprar da toda la vuelta para no tener que pasar por la plaza ni por esta calle".
Coincide con los demás comercios entrevistados en que, en los últimos meses, "hay muchos yonquis nuevos". De hecho, con cierta sorpresa vuelve a mencionar la cantidad de "chavalas de menos de 25 años" que conviven con estos grupos. Cree que muchos han bajado hasta la zona por las obras en la Plaza de Tirso de Molina y teme que ahora puedan venir desde la Cañada Real. "Eso sí que me da miedo, esa gente tiene comprada a todo el mundo", termina.


