
LD (EFE) En una conferencia de prensa, el portavoz de la Secretaria de Estado de EEUU, Scott McClellan, ha emitido una moderada crítica contra el Gobierno de Uzbekistán y a la vez denunció la violencia que propició la represión de las autoridades. "Nos gustaría ver un Gobierno más abierto y receptivo", declaró para volver a insistir en que Washington también pide al pueblo "que rechace a los que intentan incitar a la violencia".
En total, del trece al quince de mayo pasados en Andiyán murieron 108 civiles y 32 agentes de la policía y de Seguridad, según cifras oficiales de las autoridades uzbecas. Según cifras de la oposición, habría habido más de setecientas muertos, mientras que la prensa rusa habla de algo más de quinientas.
El presidente de Uzbekistán, Islam Karímov, lleva en el cargo desde 1989, cuando ese territorio aún era una república de la antigua URSS, y su régimen ha sido acusado de asfixiar a la oposición política, las organizaciones no gubernamentales y la libre empresa. EEUU tiene una base militar en Uzbekistán desde 2001, cuando se comenzó a crear una serie de instalaciones en países del centro de Asia para facilitar las operaciones militares en Afganistán.
A la espera de oír las conclusiones de los periodistas y emisarios extranjeros que participaron en esa visita, la comisaria de Relaciones Exteriores de la UE, Benita Ferrero-Waldner, también ha pedido una investigación independiente. "Es importante porque debemos saber lo que ha pasado en realidad para efectuar un análisis objetivo", explicó. En el mismo sentenido se ha pronunciado Louise Arbour, Alta Comisionada para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, quien además denunció las informaciones inquietantes provenientes de la región y que aluden al "uso de la fuerza de manera excesiva e indiscriminada por parte de las fuerzas de seguridad".
Retomado el control fronterizo
En tanto, autoridades uzbekas han informado a la agencia de noticias rusa Itar-Tass que decenas de soldados han ocupado, tras seis días, sus puestos de control fronterizos en localidad de Karasu, limítrofe con Kirguizistán. Una fuente kirguiz indicó que "los guardias fronterizos uzbekos trabajan hoy en régimen habitual. Revisan los documentos a las personas que cruzan la frontera".
