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SEIS MUERTOS EN LA ESCALADA DE VIOLENCIA AL SUR DE MÉXICO

Policías federales recuperan la capital de Oaxaca ocupada durante cinco meses para exigir la renuncia del gobernador

Cientos de agentes de la Policía Federal Preventiva de México (PFP) han recuperado el control del centro y de varios edificios públicos de la capital de Oaxaca, después de una larga operación que puso fin a cinco meses de ocupación por parte de maestros y organizaciones adscritas a la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO). Dos personas han muerto. Los inconformes exigía la renuncia del gobernador Ulises Ruiz, al que responsabilizan de corrupción, represión política y de la crisis social que afecta a uno de los estados más pobres del sur mexicano. El operativo fue ordenado por el presidente saliente Vicente Fox después de una escalada de violencia que se saldó con cuatro muertos.

Cientos de agentes de la Policía Federal Preventiva de México (PFP) han recuperado el control del centro y de varios edificios públicos de la capital de Oaxaca, después de una larga operación que puso fin a cinco meses de ocupación por parte de maestros y organizaciones adscritas a la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO). Dos personas han muerto. Los inconformes exigía la renuncia del gobernador Ulises Ruiz, al que responsabilizan de corrupción, represión política y de la crisis social que afecta a uno de los estados más pobres del sur mexicano. El operativo fue ordenado por el presidente saliente Vicente Fox después de una escalada de violencia que se saldó con cuatro muertos.
LD (Agencias) Durante seis horas tuvieron que emplearse a fondo cientos de elementos de la Policía Federal Preventiva (PFP) para recuperar el control del centro y edificios públicos de Oaxaca, capital del sureño estado mexicano del mismo nombre. En los últimos cinco meses maestros y miembros de la APPO instalaron barricadas y campamento para exigir la renuncia del gobernador Ulises Ruiz.
 
La misión de restablecer el orden que le encomendó el presidente del país, Vicente Fox, el sábado, un día después de una escalada de violencia que dejó cuatro muertos, entre ellos un periodista estadounidense. Así, centenares de efectivos antidisturbios con escudos, porras y proyectiles de gas lacrimógeno, se situaron en formación en varios puntos de los alrededores de la ciudad, frente a las decenas de barricadas que los manifestantes habían reforzado cuando se hizo pública la inminencia de la intervención.
 
Los uniformados y los defensores de las barricadas, muchos de ellos vecinos de barrios populares, mantuvieron un pulso psicológico marcado por los vuelos constantes de helicópteros de la policía federal y las advertencias de los sectores alzados. Aunque los inconformes afirmaron que su intención era dejar que la PFP retirara los palos, neumáticos y camiones que bloqueaban las calles sin ofrecer resistencia, cuando los efectivos policiales iniciaron la acción las intenciones fueron distintas. Los policías recibieron pedradas y hostigamientos constantes. Los grupos alzados denunciaron la muerte de dos personas, otras dos heridas y unos cincuenta detenidos.
 
Al final de la jornada, la Asamblea Popular del Pueblo de Oaxaca (APPO), una agrupación de organizaciones sociales que encabezó el levantamiento junto con los maestros, informó de la muerte por supuestos disparos de bala de Jorge Alberto López Bernal, de quince años y que prestaba servicios de salud en algunas barricadas. Después pidió a sus seguidores que se retiraran del Zócalo (plaza principal), su centro de operaciones, ante el estricto pero contenido sitio al que fueron sometidos por las fuerzas del orden.
 
Para lograr su meta, la PFP tuvo que sortear antes una difícil entrada a la localidad, desde el aeropuerto y desde la carretera que conecta Oaxaca con la capital mexicana. La columna de autobuses y las dos excavadoras blindadas con la que apoyaron esa operación fueron blanco de pedradas, al igual que algunos policías. Además, al comprobar que los antidisturbios llegaban al Zócalo, algunas manifestantes, la mayoría jóvenes con los rostros tapados y palos, incendiaron algunos vehículos e hicieron uso de espejos para cegar con su reflejo a los contingentes policiales y a los pilotos de los helicópteros.
 
En medio de una densa humareda que daba al lugar la apariencia de una zona de guerra, los dirigentes de la APPO decidieron retirarse a las instalaciones de la Ciudad Universitaria de Oaxaca que posteriormente también fue ocupada por los agentes. Las decenas de campamentos que dejaron, en los que la Policía encontró cócteles molotov, los escombros y las pancartas fueron retiradas por los uniformados de la bella plaza colonial, cuyos restaurantes, ahora cerrados, acostumbraban a estar abarrotados de turista antes del conflicto.

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