LD (V. Gago) Perdona, Mariano, estaba en el cine cuando llamaste. Dan Juno, una preciosa comedia pro-vida sobre una adolescente condenadamente lúcida y adorablemente freaki que se queda embarazada y decide tener el niño al enterarse de que los fetos tienen uñas. Juno tiene sólo 16 pero le encanta The Velvet Underground y desdeña a los míticos Sonic Youth porque "no es más que ruido". Bebe Sunny Delight de naranja y ve DVDs de Darío Argento, en los que, como sabes, la sangre siempre corre con grumos y picatostes. Juno lleva con deportividad vitriólica su asexuado nombre de diosa romana superenrollada con las mamás, mientras sus amigas del instituto –el típico instituto– se llaman Leah, Chelsea,... son animadoras del equipo de cachas, tienen sitios tuneadísimos en MySpace y suelen ir de compras y cotilleo al centro comercial.
Juno tiene un grupo con Bleeker, su atolondrado novio y padre del bebé, y los dos juntos cantan una deliciosa canción, muy naif y camp, en la que se dicen el uno al otro, en el estribillo: "I don't see what anyone can see, in anyone else/ but you" –"No veo lo que cualquiera puede ver en cualquier otro/ excepto en ti"–.
Tendrías que ver, Mariano, la que se está armando en la Red con "Junito", como la llaman sus padres, que la adoran, al igual que un montón de jóvenes que llenan blogs con fotos, forman grupos de fans en MySpace o Facebook, y se bajan las canciones de Belle and Sebastian, Mateo Messina, The Moldy Peaches o The Kinks que suenan en la película.
Mira por dónde, una peli sincera, de bajo presupuesto, está haciendo más por la batalla cultural, que todo vuestro cálculo sobre cuándo exhibir los principios y cuándo dejar que otros hagan el trabajo sucio.
Resulta, Mariano, que Junito es una bomba de relojería que, rodando por la sutil pendiente de la calle, como una olvidada y cristalina canica, ha ido a meterse en el jardín del relativismo, hasta la cocina misma de la Educación para la Ciudadanía.
Está la izquierda africana –la izquierda "nalingi botondi"– como histérica, agitando el Red Bull desgasificado de los de la eutanasia y las del aborto, los de Irak y las de la cuota, los del orgullo gay y los del gremio de actores, guionistas y recaudadores de la SGAE, y llega Juno paseando tranquilamente por la calle, con su botella de Sunny D. y su predictor con el signo "+" tatuado a fuego, su ropa grunge y su claridad moral, su teléfono con forma de hamburguesa y su naturalidad para dar vida, su gustos frikies y la punzante inteligencia con la que se sabe diferente. Pues va y resulta que se queda con todo el personal, sin necesidad de hablar de Irak ni de tragar a Michael Moore, ni de ser lesbiana, ni siquiera ecologista. ¡Si hasta se baja la música del Emule!
Parece que hay más chicos y chicas como Juno –la sala de los mega-multi-cines estaba a reventar– ,que tienen claras unas pocas cosas, por las que jamás podrían votar al PSOE.
A esta joven, por ejemplo, le gusta volver a casa cada día después del instituto, le gusta que su padre la quiera tal y como es, que su madrastra la defienda como una fiera de los prejuicios de los demás por ser tan rara. Le gusta tener una hermanita pequeña que aún no ha aprendido a hablar y le observa con los ojos muy abiertos. Tiene claro que su novio es el hombre de su vida, y que no le van las tías ni los tríos. Y tiene claro, sobre todo, que va a tener el bebé, aunque tenga que darlo en adopción y aunque en la clínica abortista le regalen condones que saben a frambuesa, porque la vida humana es algo sagrado, algo "suave y bueno" a pesar de los pesares, como se nos dice en el célebre poema de Gottfried Benn.
Estoy seguro de que Juno y los que se reconocen en ella, pulverizando la caricatura pastoral de los jóvenes fabricada por la izquierda –gracias, en parte, a la cesión de los políticos liberales españoles en la decisiva batalla de la inteligencia–, jamás votarían a un partido tan amargado y tan grosero con la vida individual como el de Rodríguez Zapatero.
Lo que tampoco está claro es que, a cambio, llegasen a votarte a ti, Mariano.
Salía del cine, cuando llamaste para preguntar "¿Dónde te has metido?". Tu voz sonaba a Koji Kabuto dando órdenes en la cabeza de Mazinger Z; como en uno de esos mensajes por la megafonía de los aeropuertos, en los que unas palabras se cosen a otras sin vida ni énfasis ni música.
La verdad es que no tenía ni zorra de que me esperaseis para los maitines, tú y Ana Pastor, tan aplicada, y Gabriel Elorriaga, pulcro, con chaqueta y todo; y Pío, que da más miedo que uno de los chulhús de Darío Argento cuando se levanta como un resorte para preguntarte: ¿Y ahora que hacemos, Mariano?, y Jorge Moragas, que se lleva las manos a la cabeza, en plan acusica, cuando se entera que he faltado a la reunión, y esa otra chica tan mona que no sé quién es, acaso porque los maitines están hechos precisamente para eso, para preservar el misterio. Que se sepa algo, pero no todo. Que la gente no sepa, del todo, lo que habláis en ellas, ni vosotros sepáis, del todo, lo que habla la gente. Ahí está la vaina. No podrías haberme convocado a un sitio más raro.
¿Que dónde me he metido, dices? No sé qué decir. Por ahí. Resistiendo a esta época ominosa, como muchos otros aquí afuera. Esperando sin esperanza a que escampe.
A veces, nos confortamos unos a otros: en manifestaciones, para que la vida de los muertos no haya sido en vano por los tratos de un Gobierno con los terroristas; o para evitar que las mentes de una generación sean lobotomizadas por Mengeles abusadores de niños; o dejándonos las pestañas y la banda ancha en blogs, manifiestos digitales, foros, plataformas, objeciones de conciencia, artículos, programas de televisión artesanales, o envíos masivos de emails para defender la libertad de los medios que en estos malos tiempos han dado la cara para defender la libertad de todos; o proclamando la verdad sobre la guerra de Irak mientras tú comprabas la mentira, a ver si así os perdonan la vida los del cerco a las sedes del PP durante la Jornada de Reflexión de las Elecciones de 2004; o combatiendo el canon digital mientras una de tus candidatas defendía la coerción y los privilegios de la SGAE.
Y cuando ya no podamos manifestarnos más, ni firmar más manifiestos ni enviar más emails ni postear en más blogs, lo que quedarán son las historias que cuentan los buenos libros y el buen cine para escapar de la mediocridad y el tedio de los políticos. Sin desesperación ni esperanza, sabiendo que gane quien gane después del 9 de marzo, los asuntos de España difícilmente van a empeorar e improbablemente mejorarán: en ésas cavilaciones andaba sumido, cuando me llamaste. La pregunta es: ¿Dónde te has metido tú?