
L D (Agencias) Los acusados son los presuntos integrantes de los grupos de ETA "Urbasa" y "K-Olaia" Iker Olabarrieta y Asier Arzalluz, respectivamente, para quienes el fiscal pide 20 años de cárcel por un delito de asesinato terrorista en grado de tentativa, y de sus supuestos colaboradores Gaizka Olabarrieta y Gorka Aztiria, quienes se enfrentan a una petición de seis años de prisión y que actualmente están en libertad.
Los dos presuntos etarras se negaron a prestar declaración, y Arzalluz provocó en dos ocasiones que el presidente de la Sala, Javier Gómez Bermúdez, ordenara su "expulsión temporal" de la sala blindada –en la que comparecen los acusados de terrorismo que se encuentran en prisión– por calificar, en vascuence, de fascista al tribunal y por darle la espalda. Los dos supuestos colaboradores negaron, también en vascuence, haber ayudado a la banda terrorista, aunque admitieron que prestaron apoyo a Iker Olabarrieta para salir de España por ser su primo, en el caso de Gaizka Olabarrieta, o "un gran amigo", según explicó Gorka Aztiria, y a pesar de que en algún momento a ambos se les "pasó por la cabeza" que podía ser miembro de ETA.
A continuación, Madina compareció en la Sala para declarar como testigo después de renunciar al sistema de protección de su identidad al entender que su imagen era ya suficientemente conocida por todas las personas presentes en la sala. Comenzó relatando cómo se produjo el atentado, ocurrido el 19 de febrero de 2002 a unos 300 metros de su lugar de trabajo en Sestao (Vizcaya), y manifestó que cuando estalló la bomba-lapa en la parte delantera de su coche, a la altura del volante, supo desde el primer momento que había sido obra de ETA por el acoso al que en esa época la banda estaba sometiendo a los cargos del PSOE con asesinatos como el del concejal Juan Priede.
El atentado, dijo, le causó profundas heridas "en las piernas, en las manos y en el corazón", ya que le ha frustrado su faceta deportiva que –según destacó– era la parte central en su vida. Explicó en este sentido que, además de no poder seguir jugando en la primera división de voleibol, tampoco ha podido seguir entrenando a otros equipos porque las lesiones que le produjo el atentado le impiden reproducir movimientos característicos de ese deporte. A raíz de esta acción terrorista, de la que dijo que aún no se ha recuperado, "en mi casa se hizo de noche y una sombra de pena y de tristeza envolvió a mi familia". De hecho, aseguró que su madre –que, al igual que él y su padre, cayó en un profunda depresión por culpa del atentado– murió diez meses después a causa de un infarto que Madina, hijo único, achacó a todo lo ocurrido.
Indicó además que entre las personas que planearon el atentado contra él figura un ex compañero suyo de instituto, Alexander Akarregui, quien se encuentra actualmente preso en Francia, y recordó el acoso que en aquellos años sufrían los miembros de Gesto por la Paz como era su caso. La víctima quiso finalizar su testimonio haciendo un reconocimiento a la labor de las instituciones judiciales y destacó que él mantiene los mismos objetivos políticos que tenía antes del atentado, porque "ni ETA va a conseguir cambiarlos".
