Los científicos sospechan que los agujeros negros han de contener en su interior algunas de las pistas necesarias para apuntalar definitivamente el modelo actual del cosmos, basado en las leyes de Newton y de Einstein. Pero no pueden ir más allá de la modesta especulación. ¿Por qué? Sencillamente porque un agujero negro es invisible. Estos gigantescos sumideros cósmicos, paridos tras la muerte de una estrella que pudo ser 3.000 millones de veces más grande que el Sol, atrapan con su fuerza gravitatoria hasta la última radiación.
Pero la ciencia tiene vocación detectivesca y exhibe sus trucos para merodear a sus presas. Así, se sabe que los objetos que caen en un agujero negro emiten una fuerte radiación X que puede ser considerada su canto de cisne, su despedida de este cosmos cruel.
El análisis de esas radiaciones con un telescopio cientos de veces más potente que el Hubble nos acercará un poco más a la entraña de los agujeros negros. Los rayos X son la nueva manzana de Newton que ayudarán a la torpe mente humana a comprender mejor cómo funciona esta máquina llamada universo.

La manzana X de Newton

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