Lea los dos artículos precedentes de esta serie: 1. Ciencia y política del clima y 2. Calentamiento y Apocalipsis
La historia del clima terrestre muestra muchos cambios climáticos naturales grandes y rápidos, reflejados en los hielos polares, en los núcleos de sedimentos oceánicos y en los anillos de los árboles. En los últimos 2 millones de años ha habido unas 17 Edades de Hielo.
El clima cambia constantemente y los seres humanos son capaces de adaptarse. Ahora hace más frío que hace 1000 años, durante los períodos templados de la Edad Media, cuando se podía cultivar vino en las islas británicas y los vikingos colonizaron Groenlandia (la Tierra Verde). Entre 1450 y 1850 se produjo la Pequeña Edad de Hielo. Hubo un claro calentamiento de origen natural entre 1880 y 1940 (antes de que aumentaran notablemente las emisiones de CO2). Aparte de un enfriamiento global entre 1940 y 1975, que llevó a temer un enfriamiento global catastrófico y una nueva edad de hielo, no ha habido un cambio apreciable en los últimos 50 años (salvo un ligero enfriamiento en los últimos veinte años), en contra de las predicciones de los modelos informáticos. Se ha informado erróneamente (ya que no son un fenómeno nuevo) y de modo sensacionalista de la aparición de lagunas en el Polo Norte como presuntas pruebas del calentamiento global.
Hoy día hay un leve calentamiento en las latitudes medias del hemisferio norte que no es consistente con la teoría global del efecto invernadero, la cual predice mayores calentamientos en los polos. Una posible explicación es el efecto regional del tráfico aéreo (cambia la composición química de la baja estratosfera y los cirros delgados producidos por la estela de los aviones causan un incremento local del efecto invernadero).
Los datos atmosféricos independientes de los satélites meteorológicos (desde 1979) y de instrumentos en globos sonda de las últimas dos décadas no muestran ningún calentamiento, sino más bien un leve enfriamiento. Los datos procedentes de las mediciones en superficie de las estaciones terrestres son problemáticos por múltiples razones: faltan datos de grandes porciones del Hemisferio Sur y de la mayor parte de la superficie de los océanos; se producen perturbaciones e interferencias locales como el crecimiento urbano cerca de las estaciones meteorológicas, lo cual produce una apariencia ficticia de tendencia al calentamiento; se combinan diferentes técnicas para producir un valor global, pero la intercalibración es problemática; la composición relativa de fuentes de datos cambia con el tiempo, lo cual probablemente introduce tendencias de variación de temperatura que son resultado de errores sistemáticos.
El clima es un fenómeno muy complejo que aún no se comprende bien. Los efectos de múltiples factores no se conocen con precisión: composición de la atmósfera, nubes, usos y configuración del terreno. Los actuales modelos matemáticos del clima son defectuosos, incompletos, y no se corresponden con las observaciones de la realidad. Estos modelos inadecuados aún no incluyen correctamente efectos de interacciones entre atmósfera y océano, corrientes marinas, partículas atmosféricas de polvo y aerosoles, erupciones volcánicas y principalmente nubes. Incluso los modelos más sofisticados tienen una pobre resolución espacial, y no son capaces de representar adecuadamente las nubes, cuyos procesos físicos no son suficientemente bien conocidos.
Por lo tanto los modelos no calculan adecuadamente la distribución del vapor de agua, el principal gas de efecto invernadero. Estos modelos defectuosos no son capaces de explicar la evolución pasada del clima, no se ajustan a los datos observacionales y sus predicciones de rápidos y pronunciados aumentos globales de las temperaturas no son fiables. Sin embargo, son el único fundamento de las políticas medioambientales erróneas referidas al cambio climático.

y 3. Datos frente a modelos
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