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Diana Molineaux

Esperando a Gore

Lo primero que resultó evidente en la sentencia del Supremo de Estados Unidos es que sus nueve magistrados son un fiel reflejo del resto del país. No solamente estaban divididos en dos partes casi iguales, sino que las diferencias cambiaban según los argumentos.

Los jueces fallaron por 5 a 4 en oponerse al recuento manual ordenado por el Supremo de la Florida el pasado viernes, pero a la hora de valorar los métodos de recuento, hubo un acuerdo más amplio. Por 7 a 2, condenaron la falta de criterios uniformes como una violación al derecho constitucional de tratamiento igual ante la ley.

No era tan evidente lo que había decidido el Supremo. En vez de enviar a un portavoz a anunciar la sentencia, los magistrados entregaron un libro de 35 páginas a los periodistas que lo iban leyendo en transmisiones televisadas en directo, mientras trataban desesperadamente de darle una interpretación coherente.

Al cabo de una hora, empezó a surgir un consenso de que la sentencia era el toque de gracia para las aspiraciones presidenciales de Al Gore. El presidente del partido, Ed Rendell, le pidió que abandonara; el senador de Nueva Jersey, Robert Torricelli, aseguró que Gore lo haría "en bien del país" y el congresista de la Florida, Robert Wexler se refirió incluso a George Bush como "presidente electo".

Pero Gore, frente a cuya residencia había nuevamente un grupo de manifestantes que desafiaba las temperaturas bajo cero y las barreras policiales pidiéndole que se retirara, no se mostraba inclinado a hacerlo y anunció, a través de su asesor Daley, que tomaría una decisión después de estudiar la larga y compleja sentencia.

Otros demócratas fustigaron al Supremo y el líder negro Jesse Jackson comparó la decisión a las sentencias segregacionistas del siglo XIX, algo que difícilmente hacía a espaldas de Gore, con quien habla constantemente por teléfono y a quien pidió públicamente que siguiera luchando. Es algo que podría hacer si convence al Supremo de la Florida para que revise su sentencia e imponga criterios uniformes para un nuevo recuento de votos, además de ampliar el plazo, que expiró ayer, para nombrar a los compromisarios del estado que el lunes han de elegir al presidente.

El comunicado de Gore podría ser una forma de darle tiempo a preparar un discurso elegante, o incluso una oportunidad de ser él quien se retira en vez de ir a la zaga de sus correligionarios. Pero las palabras de Jackson y otros demócratas indican, cuando menos, una división entre las filas del partido y, cuando más, el grito de guerra para hacer fracasar la presidencia de Bush.

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