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Una vergüenza para Francia

Este era el título de un reciente editorial del diario “Le Monde”, que se refería, con motivo del arresto de Jean-Christophe Mitterrand, a lo que diplomáticamente se define como la “Política Africana de Francia”, púdico velo para tapar los tráficos, estafas, sobornos y crímenes.

Todo comenzó con el presidente De Gaulle. En 1962, año crucial, ya que no sólo firma la paz en Argelia, sino que, en su intento para presentarse como el líder del Tercer Mundo, el buque almirante del antiimperialismo yanqui, ofrece la independencia a sus colonias. Cuidado, una independencia muy peculiar y no a todas. Aún hoy, Martinica, Guadalupe, Nueva Caledonia, etc, siguen siendo, bajo la denominación de “Territorios de Ultra Mar”, territorios franceses, jurídica y políticamente. Si Marruecos, Argelia (tras esa larga y sangrienta guerra que condujo al caos actual) y Túnez, se convirtieron en países independientes, las ex colonias de África negra, como Senegal, Costa de Marfil, Gabón, Chad, etc, acceden a una independencia-asociación, estrechamente ligada a los intereses franceses.

Desde entonces y muy rápidamente resumido, las excolonias podían elegir, o fingirlo, sus presidentes y diputados, pero estaban y están atadas a Francia en cuestiones tanto económicas como militares. Y, por lo tanto, políticas. La Guinea marxista- leninista, no aceptó esa cooperación, rompió con Francia y se murió de hambre. Porque el marxismo fue peor que la colonización, las cosas como son.

Este neocolonialismo, imaginado por de Gaulle y puesto en práctica por su cónsul africano (“Monsieur Afrique”) Foccart, no ha aportado más que beneficios a Francia, y muy concretamente a su “mafia francoafricana” (la vergüenza para “Le Monde”). Si la colonización por muy injusta que fuera, había aportado a África, hospitales, escuelas, ferrocarriles, carreteras, algo de tecnología moderna, etc, todo esto y mucho más quedando bajo responsabilidad de los dirigentes africanos, por lo general corruptos y dictatoriales, se ha hundido, a veces catastróficamente, mientras que Francia, muy generosa cuando se trata de dar consejos sobre democracia y derechos humanos, a los “indígenas”, sobornaba a esos mismos dirigentes, para obtener la exclusiva del petróleo, diamantes y otras materias primas de gran rentabilidad.

A cambio, Francia vende armas. Cierta inseguridad en el continente, es por lo tanto, positiva para este negocio. Los beneficios han sido tales que no pueden cifrarse exactamente, pero a través de la petrolera ELF, por ejemplo, y directamente desde el Eliseo y los gobiernos sucesivos, las comisiones ilegales han chorreado, y los más conocidos asuntos sucios, aún no han sido juzgados. Como tampoco la responsabilidad francesa en las masacres de Ruanda, por ejemplo.

Pero el negocio fue tan fructífero que los franceses ya no se limitan a sus antiguas colonias y emprenden la misma política mafiosa en otros países, como Angola. Un país ideal éste: una guerra civil endémica que dura desde hace más de 25 años (los estragos de los cubanos están por relatar, pero no son los únicos), lo cual permite suntuosas ventas, legales o ilegales, o mejor dicho, estatales o privadas, de material bélico, y a cambio petróleo, diamantes y otras materias primas. Negocios tan suntuosos que la propina que le tocó a Jean-Christophe Mitterrand, fue de casi dos millones de dólares. Está visto que, en el caso de Francia, la descolonización fue aún peor que la colonización.

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