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Alberto Míguez

Pavor y estupor

Asombra que el llamado mundo occidental, europeo, atlántico o lo que sea, haya reaccionado tarde, mal y nunca a la gravísima provocación de Castro encarcelando el pasado 12 de este mes a dos ciudadanos checos que cometieron el terrible delito de entrevistarse en la isla con varios disidentes.

Asombra también que la única reacción del Parlamento Europeo ante tamaño desmán sea enviar un telegrama de protesta o que el impresentable presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi, se haya limitado a enviar una carta de solidaridad al presidente checo, el también ex disidente Havel, donde le comunica que la UE está haciendo “todo lo que puede”. Este Prodi, si sigue como gallito europeo, es capaz de acabar con Europa, el Caribe y Groenlandia: hace siglos que no se veía un caso tan evidente de incompetencia y estupidez.

Asombra también que la Agencia gubernamental española Efe (¿qué otra cosa es, sino?) acompañe sus informaciones desde Bruselas sobre este asunto asegurando que Freedom House es una organización anticastrista donde trabajan activamente agentes de la CIA. Sólo la ignorancia más supina del redactor o redactora anónima de este despacho justificaría semejante idiotez: Freedom House es una de las organizaciones no gubernamentales más conocidas y prestigiosas de Estados Unidos y en ella trabajan tanto agentes de la CIA como, por ejemplo, en la Cruz Roja prostitutas arrepentidas o teósofos.

No es de extrañar, cuando uno lee este tipo de informaciones, que Efe se despeñe a toda velocidad en el panorama informativo español: lo malo es que sus gracias las pagamos todos los ciudadanos de este país mientras la fiesta sigue.

Asombra que los países que comercian con Cuba (España es uno de ellos) y envían a sus ciudadanos al turismo sexual y demás jolgorios bajo las palmeras, no hayan dicho esta boca es mía ante un atentado contra todo tipo de convenios, tratados internacionales y reglamentos turísticos vigentes, dado que los dos detenidos entraron en la isla con visados turísticos y fueron detenidos sin razón ni justificación alguna a no ser que sea delito hablar con los disidentes.

Si los gobernantes de estos países (Italia, Francia, Canadá y, por supuesto España) no se hubieran bajado impúdicamente los pantalones hace tiempo ante el tirano y hubiesen tragado carros y carretas con tal de no sacar la cara para defender principios tan respetables como olvidados, Castro no tendría la desfachatez de exigir disculpas de la República Checa para que estos dos ciudadanos sean liberados.

Ahora, sólo la presión internacional conjunta, la dignidad y el coraje de todos los demócratas sea cual sea su nacionalidad puede salvar a Ivan Pilip y Jan Bubelik del presidio castrista. El régimen cubano quiere vengarse en estas dos personas por el papel que jugaron en la caída del comunismo en Checoslovaquia.

Si queda una pizca de moral y de sentido común en nuestros países, deberían impedírselo. ¿Cómo? Simplemente rompiendo todo tipo de relación comercial, turística, financiera, política o cultural con una dictadura tan sangrienta como arcaica. Si no lo hacen a corto o medio plazo terminarán pagándolo. Al tiempo.

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