Entre los jeques árabes y las vacas locas van a terminar por cargarse el objetivo de inflación del Gobierno. Los datos del IPC de febrero, que el Instituto Nacional de Estadística ha hecho públicos este miércoles, son muy claros al respecto. La tasa de crecimiento de los precios de consumo se ha acelerado una décima, hasta el 3,8%. En cambio, cuando se toma el IPC armonizado, el que permite comparaciones homogéneas con los demás Estados miembros de la Unión Europea, el incremento es de dos décimas y la tasa de inflación resultante vuelve al 4%.
Este comportamiento de los precios en España está en línea con lo que ha sucedido en Francia y Alemania, las cuales, conjuntamente, suponen el 52% de la economía del conjunto de la zona del euro. En ambos países, como en el nuestro, la inflación armonizada se ha incrementado en dos décimas; en ambos Estados, también, los factores se encuentran, por un lado, en la subida del petróleo y, por otro, en el incremento de los precios del pollo y de la carne de cerdo como consecuencia de la subida de la demanda de estos productos a raíz de la crisis de las vacas locas. De hecho, ambos factores explican el 60% de la subida del IPC en febrero. Pero el consuelo que proporcionan estos datos es poco desde el momento en que la inflación alemana es del 2,6% y la francesa, ni más ni menos, del 1,4%.
Por otra parte, el dato de IPC ha cogido por sorpresa a todo el mundo. Las previsiones de los analistas apuntaban a un nuevo recorte de la tasa interanual de, aproximadamente, una décima, justo lo contrario de lo que ha sucedido realmente. Este hecho empieza a poner en tela de juicio el cumplimiento del objetivo de inflación del Gobierno.
Es cierto que el crecimiento de los precios industriales ha superado el impacto de la crisis del petróleo y se está desacelerando considerablemente. En enero, de hecho, se situó en el 3,9% frente al 5% de diciembre. En unos meses, este comportamiento se traducirá en menores presiones inflacionistas. También es verdad que el precio del crudo y la cotización del euro tienden a estabilizarse en los niveles actuales de 25 dólares por barril de petróleo y de 0,9 euros por cada billete verde, lejos de los 35 dólares por barril y de los 0,82 euros por dólar de finales del año pasado, lo que evidentemente contribuirá a moderar la inflación. Aún así, con el dato de IPC de febrero en la mano, parece poco probable que se pueda cumplir el objetivo de precios del Gobierno, fijado en el 2%.
Todo ello debería servir de elemento de reflexión para el Ejecutivo.
Si el diferencial de inflación con la zona del euro no se reduce,
terminará por afectar negativamente a la competitividad de la
economía española y, con ello, a su capacidad para crecer y crear
empleo. Además, si en los próximos meses el IPC no presenta signos claros de desaceleración, será difícil que la negociación colectiva tome como referencia para las subidas salariales el objetivo de precios del Gobierno del 2%, con lo que se corre el peligro de acelerar la espiral salarios-precios.
Las autoridades económicas, por ello, deben emplear todos los recursos de que dispongan para preservar los logros de los últimos años en la lucha contra la inflación. Este es uno de los pilares básicos sobre los que se erige la fase actual de bonanza de la economía española.

Un revés en los precios

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