Vicente del Bosque pacificó el vestuario nada más llegar al banquillo del Real Madrid. Era por aquel entonces un equipo alterado por John Toshack, desunido y con continuas guerras de guerrillas. Como buen conocedor de la casa (y de las estrellitas del fútbol) Vicente hizo de “poli bueno”, psicoanalizó a los jugadores y les ofreció su hombro para que descargaran toda su ira contenida contra el galés. La fórmula hizo efecto, aunque el salmantino no se conformó con eso sino que se encargó también de dotar de sensatez a un fútbol surrealista, excéntrico y salido de madre. Del Bosque deshizo el nudo gordiano. El mérito era totalmente suyo y la renovación era cosa hecha.
Al aparecer a su lado, Florentino Pérez ha constatado su respaldo al proyecto de este hombre serio, silencioso e inteligente. Valdano ha sido el conseguidor, pero nadie duda que sin F.P. la renovación no habría sido posible. No sólo eso, sino que además se confía en él hasta el año 2003. Lo cierto es que el entrenador merengue es una suerte de “prozac” futbolístico, un generador de confianza. De todos es sabido que Valdano no habría apostado por Del Bosque, pero en cualquier caso el club ha conseguido la octava Copa de Europa y ahora está en la línea buena de conseguir la Liga. No se puede pedir más por menos.
Lo mejor para Vicente es que se garantiza un retiro tranquilo: en caso de que fuera apartado de la primera plantilla, Del Bosque se haría cargo del fútbol base del equipo madridista (su verdadera vocación). El mantenimiento de Vicente respalda la política de F.P. en cuanto a la incorporación de gente de la casa, política que siguen desde hace tiempo otros clubes históricos como el Bayern de Munich o el Manchester United. La continuidad de Vicente del Bosque, en definitiva, es el triunfo de un hombre tranquilo.
Mano de santo para el Real Madrid. “Prozac” a chorros. Un nuevo éxito personal de F.P., para qué vamos a negarlo.

“Prozac” para el Real Madrid
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