British Telecom acaba de malvender a Vodafone el 17% del capital de Airtel que poseía la operadora británica. Y digo malvender porque el precio pagado por cada acción ha sido justo la mitad que el que Vodafone abonó hace algo más de un año al BSCH y las cajas de ahorros por sus respectivas participaciones. Un hecho que parece chocante si se tiene en cuenta que Airtel ganó en el primer trimestre de 2001 una cantidad equivalente a la mitad de los beneficios que obtuvo durante todo 2000.
La explicación del bajo precio de la operación hay que buscarla en otro lado, concretamente en las dificultades por las que atraviesa BT, que necesita imperiosamente reducir un endeudamiento que asciende a ocho billones de pesetas y está suponiendo un serio lastre para la compañía, tanto en Bolsa como por lo que se refiere a sus planes de futuro. Esta situación de endeudamiento, sin embargo, no es exclusiva de la operadora británica; también la sufren otras compañías europeas que han tenido que abonar cantidades billonarias por las licencias de UMTS y ahora están pagando las consecuencias.
Este hecho no debería pasar desapercibido para el Gobierno español que, en principio, descartó el sistema de subastas para la adjudicación de las licencias y, cuando vio las elevadas cantidades recaudadas por este concepto en Alemania y Reino Unido, optó por imponer una tasa por utilización del espacio radioeléctrico. La decisión levantó ampollas entre las operadoras, que la han recurrido ante los tribunales. El Ejecutivo justificó su cambio de actitud en el sentido de que la imposición de la tasa no afectaría a los precios porque la competencia impediría el traslado de la tasa a los consumidores.
Este argumento es cierto. Sin embargo, el Gobierno no tuvo en cuenta otros aspectos, como que la tasa limita la capacidad de inversión de las empresas porque detrae de ellas recursos importantes, o las obliga a endeudarse para poder seguir adelante con sus planes. Y esto no es ni mucho menos neutral para ellas. El ejemplo de BT es sumamente ilustrativo al respecto. Por ello, ya que doña Anna Birulés ha empezado a rectificar en muchas cosas, debería hacerlo también en lo que se refiere a la tasa y suprimirla de un plumazo.

BT, un ejemplo para España

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