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Un sereno para la Champions League

En mayo del 68 lo pedían a voz en grito, junto a lo imposible, Dani "el rojo" y sus muchachos: que la imaginación tomara el poder. Treinta años después de aquello no podemos decir que tuvieran excesiva fortuna, pero puesto que la política –o mejor dicho, los políticos– no hacen demasiados alardes imaginativos, uno puede aferrarse todavía al fútbol. Y digo "todavía" porque, cada vez de forma más intensa, se abre paso entre nosotros la corriente del trotón, la vía de aquellos que defienden al correcaminos y que disfrutan con las andanzas del Karembeu de turno.

Puede que dentro de diez años el fútbol europeo se haya transformado en un juego de especialistas (como el fútbol americano), un inmenso tablero de ajedrez verde en el que el entrenador mueva a jugadores lobotomizados. Por ahora no es así, gracias a Dios. Aún se puede reclamar que el jugador con imaginación tome el poder en el equipo.

Parece que Héctor Cúper se encuentra en una disyuntiva a propósito de cómo jugarle la final europea al Bayern de Munich. El entrenador argentino tiene mayores y mejores recursos que su colega del equipo rival y de cómo despeje su duda razonable dependerá la suerte de esta Champions. Un partido de estas características vive de instantes fugaces, de "flashes", porque nadie dudará a estas alturas de que –por lo demás– volverá a ser un encuentro sufrido y probablemente con pocos goles. Si es cierto que el entrenador valencianista (técnico, por otro lado, suficientemente alabado por quien esto escribe) duda entre Albelda, Deschamps y Aimar, empezaré a perder racionalmente los nervios.

Desconozco qué vera Cúper cuando entre estos días en su vestuario. Hace un año no recibió buenas vibraciones y más tarde el Real Madrid –equipo mucho más veterano, más formado– le deshizo como un azucarillo en un vaso de agua. Ahora, el rival es el Bayern (club tan avezado como el madridista) y Héctor puede apostar por ir "a la guerra" con Albelda o, simplemente, jugar mejor al fútbol entregándole el mando a Pablo Aimar. Si lo hace desde el principio y sin titubear se habrá granjeado mi respeto definitivo y el Valencia ganará su primera Copa de Europa. No tengo la menor duda.

El Bayern actual está adiestrado básicamente en la incomodidad y el sufrimiento ajenos; sin el talento natural de otras épocas, el equipo alemán se dedica en cuerpo y alma a amargarle la vida a su rival. Siempre hay un hueco, tarde o temprano se abre una puerta por la que suelen abrirse paso Scholl o Elber. Sólo deseo que Cúper no le cierre a Aimar la puerta en las narices porque, hoy por hoy, es el sereno de esta Liga Europea de Campeones. Y la imaginación sigue ganando partidos.

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