Acaba de empezar Roland Garros. Durante algún tiempo, la desafortunada frase de Emilio Sánchez Vicario, "la hierba es para las vacas", limitó el poderío de nuestros tenistas. En realidad, la superficie no entiende de nacionalidades siendo la categoría del jugador lo único que importa ("dadme un palo y yo jugaré al tenis", exclamó el gran Bjorn Borg cuando le preguntaron por una marca concreta de raqueta). El mayor de los Vicario quería decir, erróneamente, que Wimbledon estaba prohibido para los españoles, cuando en realidad lo que ocurrió es que él nunca supo jugar sobre superficies rápidas. Aunque el torneo francés no tiene ni de lejos el sabor del inglés, sí habrá que convenir que de París nos han llegado las mejores noticias. España tendrá el mayor número de participantes de su historia, y Juan Carlos Ferrero y Arancha Sánchez Vicario (la pequeña de la saga sí juega donde la echen) serán nuestros dos principales abanderados.
Pero la polémica no estará dentro de las pistas, sino fuera. La pista central en la que se dirimirán los partidos transcendentales ha sido rebautizada con el nombre de Estadio Philippe Chatrier, en homenaje al fallecido presidente de la Federación Internacional. Podría ocurrir también que Roland Garros tuviera que dejar de llamarse así. Jean Pierre Lefevre Garros, nieto del famoso aviador cuya memoria honran en el prestigioso Grand Slam, podría iniciar acciones legales contra la Federación Francesa para que dejaran de utilizar el nombre de su abuelo, fallecido cuando su avión fue abatido durante la I Guerra Mundial. El heredero ha dicho lo siguiente: "No se puede hacer dinero de héroes muertos. Las glorias de Francia no pueden transformarse en fast food". Otra ventaja más de Wimbledon, que toma su nombre del club que acoge el torneo desde hace un siglo.
Como he titulado este artículo "frases de tenis" no me resisto a contar la última. Gloriosa, por cierto. El argentino Guillermo Vilas –otro de los triunfadores en Roland Garros– mantuvo durante algún tiempo un romance con la princesa Carolina de Mónaco. Cuentan que un buen día, cuando la hija mayor de Raniero III creyó firmemente asentada su relación, le dijo a Vilas lo siguiente: "Guillermo, elige entre el tenis o yo". El argentino la cogió de la mano, la miro a los ojos y la dijo: "Me quedo con el tenis". Debió olerse la tostada. Aquel sí que resultó ser un smash en toda regla, aunque lo que siempre bordó el argentino fue la bolea de revés.

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