¡Los alemanes son tan previsibles! En mayo de 1999, en la Cumbre de Bruselas, se negaron en rotundo a que el presidente del Banco Central Europeo fuese un francés, como había pactado el eje París-Bonn a cambio de que la sede del banco estuviese en Francfort. Jean Claude Trichet, presidente del Banco de Francia, se quedó con las ganas y los alemanes acabaron por imponer a todos al entonces presidente del Banco de Holanda, Wim Duisenberg, hombre próximo a las tesis germanas y fácilmente controlable por las autoridades alemanas, tanto políticas como económicas.
Como es lógico, si hace dos años no querían a un francés, mucho menos ahora, después de los intentos de los políticos galos de condicionar los movimientos de los tipos de interés del BCE. Por eso, los alemanes acaban de sacarse un candidato de la manga: el primer ministro de Luxemburgo, Jean Claude Juncker. Ni Trichet, ni Jean Lemierre, el presidente del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo. Los alemanes no quieren oír hablar de un presidente francés.
Además, Juncker presenta una ventaja: es, en apariencia, un candidato de consenso. En el fondo, es mucho más. Juncker no es nadie sin el respaldo de los alemanes, y eso ellos lo saben muy bien. Es decir, podrán manejarlo con facilidad, quizá más que al propio Duisenberg. Además, Juncker es un hombre más bien gris, de segundo plano, un técnico, vamos, y, por tanto, nunca podrá imponer su personalidad a los demás miembros de la zona del euro. Será, por tanto, menos problemático para los alemanes que Duisenberg, que cometió la ofensa de querer ser un peso pesado por sí mismo, en lugar de bailar al son que le tocaban otros.
La historia, por tanto, se repite. Después de que Jacques Delors abandonase la presidencia de la Comisión Europea, Alemania colocó a un luxemburgués, Jacques Santer, al frente del Ejecutivo comunitario para evitar que el jefe del colegio de comisarios europeos se convirtiera en uno de los personajes influyentes de la política en el seno de la Unión Europea. El experimento les salió mal por los escándalos que salpicaron su mandato, pero eso siempre es algo imprevisible. Ahora quieren repetir la misma fórmula. ¿A dónde irá la moneda única con un presidente así? ¿Y la economía de la zona del euro? Esto no ha hecho más que empezar.

Déjà vu

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