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Kazaam y el "loro" maravilloso

En la película “Kazaam”, una de las seis que ha protagonizado hasta el momento, Shaquille O´Neal es un genio moderno que sustituye la tradicional lámpara maravillosa por un radiocasete, un “loro” del que surge para cumplir los deseos de Max, un niño con el que acaba entablando amistad. “Shaq” puede permitirse el lujo de ir por ahí concediendo deseos a los demás porque los suyos se realizaron hace ya mucho tiempo. “Quiero ser el hombre más rico del mundo”, le escupe a la altura del ombligo un grasiento y empequeñecido gangster a esa mole humana de 2,16 metros y 140 kilos que se sitúa enfrente suyo; desconozco si O´Neal aparecerá en la elitista lista que anualmente publica la revista “Forbes” y que recoge a los milmillonarios del mundo, pero no me cabe duda de que con sus 3.000 millones de sueldo anual se encuentra entre los deportistas mejor pagados del planeta Tierra.

Si al pivot de los Angeles Lakers se le apareció en algún momento de su vida otro “Kazaam” debió pedirle crecer sin medida: a los cuatro años medía un metro y dieciséis centímetros; a los doce, 1,78 y a los dieciséis, dos metros justos. Cuando cumplió veintiún añitos se “estancó” en los 2,16 con los que acaba de conseguir un nuevo anillo de la NBA. Aunque también entra dentro de lo posible que no pidiera crecer sino convertirse en el mayor deslenguado de la historia del basket; por ejemplo: un día le dijeron si estaba dispuesto a coexistir con Kobe Bryant, la otra megaestrella de los Lakers. Shaquille respondió sin titubear: “Yo no coexisto, existo. Son los otros los que coexisten”. O´Neal fue, por si alguien lo dudaba, elegido por Orlando Magic como número uno del draft de 1992. Desde su estancia en el Cole High School se hablaba de él como del nuevo Wilt Chamberlain.

Aunque, pensándolo bien, es probable que el deseo de este polifacético jugador de baloncesto fuera convertirse en un portento sexual, una máquina también a la hora de “coger la posición” entre las sábanas. Un día le preguntaron en una emisora de radio si había practicado el sexo con alguna famosa; la verdad es que el periodista habría terminado antes si le hubiera pedido el nombre de la mujer con quien no hizo el amor: “Me acosté con la modelo Cindy Crawford, con la tenista Venus Williams y con la cantante de rap Aaliyah”. No es de extrañar porque él se considera a sí mismo un símbolo sexual.

Shaquille, Shaq, Superman o el Gran Aristóteles vive en un palacio de Beverly Hills acompañado por su hijita de tres años. Él ya ha visto cumplidos sus tres deseos y sus rivales han decidido comprarse un espejito mágico que les ofrezca la solución para frenarle en la cancha. Ahora mismo la moda se llama “Hack a Shaq” (corta a Shaq): parar a O´Neal a base de personales para que tenga que verse abocado a lanzar tiros libres. Y es que ahí resulta endeble: Kazaam sólo concedía tres deseos.

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