José María Aznar, ha pedido que se esclarezca el caso Gescartera y sus responsasbles paguen. Luz y taquígrafos es lo que hace falta en este feo asunto. Pero, ¿hasta dónde está dispuesto a llegar el presidente del Gobierno? ¿Hasta la mismísima cabeza de la CNMV? Porque, puestos a pagar, no sólo deben hacerlo Camacho y compañía, como es lógico, sino también todos aquellos cuyas acciones, de una u otra forma, alimentaron el escándalo que está dando de comer a los periodistas en este tórrido agosto.
Me explico. No parece muy lógico que la CNMV concediera a Gescartera la autorización para operar como agencia de valores justo el mismo día en que era sancionada por actuaciones irregulares cono sociedad gestora de inversiones. Y es que, hasta entonces, una de las normas de la Comisión es que no se concediese licencia de nada a quienes carecen de buena reputación o han sido sancionados. Ese principio, sin embargo, se rompió el 13 de julio de 2000. Por entonces, Pilar Valiente no presidía la Comisión, pero era vocal de la misma y algo tendría que haber dicho en contra. Por lo que se sabe por ahora, no lo hizo.
No obstante, a todo el mundo hay que concederle el beneficio de la duda, incluso a la señora Valiente. Pero sobre lo que sí que se le deben pedir cuentas ya es sobre una cosa que dijo la semana pasada en su comparecencia ante la Comisión de Economía del Congreso de los Diputados. La señora Valiente "aclaró" que al conceder a Gescartera la licencia para operar como agencia de valores se reforzaban los controles y la supervisión de sus actividades. Eso es cierto, pero sólo en parte, porque Camacho y su pandilla hicieron de las suyas y porque, técnicamente, la diferencia en materia de inspección entre una sociedad gestora de inversiones y una agencia de valores apenas es significativa. Sí es importante que Gescartera, como agencia de valores, podía operar directamente en Bolsa, y no a través de intermediarios, y participar en las colocaciones de OPV. Lo primero supone que sus actividades, legales o dudosas, dejan huellas mucho más difíciles de seguir; lo segundo, simplemente, participar en un negocio que aporta pingües beneficios aunque sea a costa de los clientes de la sociedad.
La señora Valiente, por tanto, no dijo toda la verdad –más bien la enmascaró–, sobre todo en algo muy importante. Y es que al conceder a Gescartera la licencia para operar como Agencia de Valores, se facilitó a sus gestores la realización de las presuntas actividades delictivas por la que ahora están encausados. ¿Qué motivos tenía Pilar Valiente para callarse este aspecto y decir lo que dijo cuando, por entonces, ella no presidía la CNMV? Ese es uno de los principales puntos sobre los que tiene que haber luz y taquígrafos. ¿Querrá Aznar llegar a ese extremo con una persona que, en el pasado, era considerada como próxima a él? Probablemente, tendremos que esperar hasta septiembre para saberlo. Mientras tanto, los españoles ya tienen tema de conversación mientras toman sus cañas con tapa en los chiringuitos playeros, que no financieros.

Luz y taquígrafos

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