Las luchas en las cúpulas de las grandes empresas y los grandes bancos siempre tienen algo de morboso. Es tanto el poder y el dinero que está en juego que para cualquiera de los mortales estas historias parecen propias de Dallas o Falcon Crest. Pero son tan reales como la vida misma. Lo malo de todo esto es que son muy entretenidas para los ciudadanos en general, pero bastante dañinas para la entidad que sufre en su seno los desgarros de una guerra civil. Eso es lo que ha sido la batalla en el seno del BSCH por el control del consejo de administración, con dos bandos definidos por el color de los anagramas de cada uno de los bancos fusionados. Así, los rojos era como los del BCH denominaban a los del Santander, y los azules es como llamaban las huestes de Emilio Botín a las de José María Amusátegui. Y los rojos, curtidos en mil batallas bancarias de las que han salido victoriosos, han ganado.
José María Amusátegui, copresidente del BSCH, y Santiago Foncillas, vicepresidente del banco, presentaron su renuncia el jueves por la mañana durante la reunión del consejo del banco. Ambos personajes, procedentes del BCH y casi los últimos miembros del equipo de Claudio Boada que quedaban en activo, se marchan: el primero, a la presidencia de Unión Fenosa y el segundo a la de Dragados. Mientras tanto, Ángel Corcostegui, otro hombre procedente del Central Hispano, conserva su puesto como vicepresidente y consejero delegado de la entidad. Pero, se mire como se mire, el ganador ha sido Botín.
El cántabro se queda como presidente único de la entidad, con plenos poderes para gestionarla. Su equipo, además, conserva sus puestos, algo importante, porque lo que estaba en juego era la división del poder ahora que ha llegado el momento de llevar a cabo la parte que quedaba pendiente, y la más complicada, de los acuerdos de fusión, esto es, la unificación de redes y marcas. Eso significaba que sobraría gente en la cúpula directiva del BSCH y ese ha sido el motivo de la batalla que se ha librado a lo largo de los últimos meses. Todos querían conservar su asiento en el consejo de administración y ninguno de los dos bandos quería ceder terreno, y poder, al otro. Sin embargo, entre los azules se reconocía que los rojos tenían mejor equipo. No en vano, fueron los que rompieron con éxito el statu quo bancario, los que se llevaron el gato al agua con las adjuciaciones de la segunda licencia de telefonía móvil (para crear Airtel) y de Banesto tras la intervención por parte del Banco de España e, incluso, los que convencieron al BCH para que consumara el matrimonio con ellos en vez de con el eterno rival de los cántabros, el BBV. Por tanto, la conclusión del proceso de fusión llevaba aparejada para los azules la lucha por la superviviencia, y eso es lo que ha sucedido.
Con la salida de Amusátegui y Foncillas, se cierra la crisis. Sus puestos en el consejo de administración no se han cubierto, con lo que los rojos quedan en mayoría, a pesar de que los azules han colocado a uno de los suyos, Corcóstegui, como número dos de la entidad. Ahora habrá que ver cómo evolucionan las relaciones entre el nuevo consejero delegado y un Botín más poderoso que nunca. En cualquier caso, hay dos cosas claras: la crisis se ha cerrado y los rojos han anotado en su haber un nuevo e importante triunfo.

El triunfo de los rojos

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