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El paso del Ebro

Todos nosotros hemos recibido facturas, cheques, etc. con la traducción al euro de pesetas o francos y todos, me imagino, nos hemos irritado de la cantidad absurda de decimales; euros: 12.500,53743 por ejemplo. Estas cifras de céntimos en euros no tienen sentido y se redondearán al alza, o sea, que en todas partes, grandes o pequeños comercios, cuando el 1 de Enero de 2002, se imponga el euro, el “vals de las etiquetas”, como se dice aquí, hará que esos absurdos 53743 céntimos, se conviertan en 55 o 60 para simplificar. Pero aún, las fuerzas de progreso de la izquierda se han anticipado y, en previsión del alza generalizada de todos los precios, han aumentado los suyos ya. Me parece sintomático que el primer diario español que ha aumentado, pasando de 12 francos a 13,50 sea El País, en su edición europea y, aquí, Le Monde ha pasado, más modestamente, de 7,50 a 7,90 francos.

No es el único ejemplo, los ferrocarriles franceses (SNCF), uno de los pocos feudos que le quedan al PCF, desde el ministro Gayssot hasta los mecánicos –no es que todos sean comunistas, cada vez son menos, desde luego, pero han conservado sus estructuras de poder–, han aumentado sus tarifas hace unos días. Lo mismo ocurre, no faltaba más, con la gran distribución, y alcanzará poco a poco el pequeño comercio. El primer resultado concreto de este paso del Ebro, bueno, al euro, será pues la inflación. Esperemos que no supere el 10%, pero lo dudo.

Ha terminado el veraneo y sus universidades partidistas, con resultados bastante positivos. Así, la división en la cumbre de los Verdes se ha convertido en crisis abierta. Si Daniel Cohn-Gendit, su líder europeo más carismático y cada vez más papanatas, se negó a formar parte del comité electoral de Alain Lipietz para las presidenciales, Noel Mamère acaba de dimitir ruidosamente de ese mismo comité: “Está visto que la extrema izquierda irresponsable sigue teniendo el poder en mi partido”, ha declarado. La prensa española y más aun la francesa, lo cual es lógico, da una importancia exagerada a la candidatura de Jean-Pierre Chevenement. No es más que otra muerte anunciada, no pasará del 2 o 3% en la primera vuelta, lo cual es demasiado para Jospin, sobre todo si Chevenement el soberanista, como se dice ahora, no da claras consignas de voto en la segunda vuelta.

Más ambiguo me parece el discurso de candidatura de François Bayrou, presidente de la UDF, porque el atacar tan violentamente y por igual, sin matices, tanto a Chirac como a Jospin, y no teniendo la menor posibilidad de estar en la segunda vuelta, le será difícil pedir el voto para Chirac, tan insultado, cuando es precisamente lo que desea la mayoría de su partido y particularmente su número dos, Douste-Blazy, abiertamente “chiraquista”. Uno se pregunta si no prefiere que gane Jospin y, como los años venideros serán difíciles, que se desgaste en el poder para poder aparecer él, Bayrou, como el “salvador” dentro de cinco años y con un Chirac jubilado. “Señor, protegeme de mis amigos que de mis enemigos me encargo yo”, debe pensar Chirac. O, mejor dicho, su hija, que es la que piensa.

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