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Soledad en la Red

Había oído decir que el actor Martin Sheen (El protagonista de Apocalypse Now) era gallego, extremo que casi pude confirmar en la web Fillos de Galicia y digo casi, porque quedaba por saber cuál era el verdadero nombre del actor. Por fin puede averiguar que éste era Ramón Estévez, un apellido originario de la zona de Tuy, provincia de Pontevedra, tal como muestra la web argentina SIMIL (ojo con esta página porque es de las que no te dejan utilizar el comando Atrás). Sheen, en cualquier caso, nació en Estados Unidos (su padre era un emigrante que se casó con una compañera de trabajo irlandesa en la fábrica donde trabajaba, o sea, que es relativamente gallego).

Satisfecha mi curiosidad a propósito del actor, me llamó la atención el hecho de que existiesen webs como la de Simil y me pregunté qué realidad sustentaba, en general, el mantenimiento de webs de apellidos. En la web Yupy de MSN, hallé la respuesta: un mensaje detrás de otro remitidos por gentes de América Latina que preguntan a la Red, como si se tratase de mensajes enviados en botellas desde una isla desierta, el origen de sus apellidos, de sus zonas de origen, en suma, de su pasado. ¿Tal vez su presente no constituya para esas personas una realidad suficiente? ¿Acaso una simple inquietud cultural?

Mi intuición me dice que hay algo más que curiosidad en todo este asunto. Hay que tener en cuenta que mi investigación apenas se ha centrado en unas cuantas webs en idioma español. Si añadimos el italiano, el alemán (por cierto, el tercer idioma con más contenidos en Internet después del inglés y del chino) podríamos tener la seguridad de la dependencia existencial del pasado europeo.

Ni siquiera los más imaginativos creadores de ciencia-ficción llegaron a imaginar que la globalización alcanzase también los más legítimos y emocionales intereses de los públicos de todo el mundo. La hegemonía mundial del idioma inglés se encuentra fuera de toda duda, pero las motivaciones de todas las gentes que tras las hambrunas decimonónicas se vieron forzadas a huir, que no a emigrar, a América, deberían hacernos pensar en la estupidez que supone el mantenimiento de las posturas antiglobalizadoras, sin más razones, en tantos casos, que el mantenimiento de una actitud d´être à la page, a caballito entre el teléfono móvil, la discoteca y el plazo de la hipoteca, absolutamente incapaces de comprender el gallardo esfuerzo y el inaudito logro que supuso la consecución de sus juguetes actuales. No tengo nada en contra de los suicidas, pero por favor, que no nos arrastren a los demás en sus desvaríos.
Aquellos emigrantes y sus descendientes, desgarrados de sus familias, sus amigos y sus paisajes, construyeron a lo largo de toda América la versión idealizada de lo que no pudieron tener, de lo que todavía no tienen.

Si estamos solos es porque somos incapaces de generar las condiciones de comunidad hacia las que inexorablemente nos dirigimos. Ya está dicho que nada volverá a ser igual. Ningún modelo anterior nos sirve. Hay que inventar, de una vez por todas, un nuevo modelo que nos permita con toda certeza una convivencia con más entusiasmo que amargura en esta nave espacial llamada Tierra, plagada de delirantes redentores ávidos de sangre, henchidos de incompetencia, sordos, ciegos, mudos y locos, de los que nos debemos desprender antes de que sea demasiado tarde.

O seguiremos solos.

En Tecnociencia

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