La estrategia defensiva levantada por Pilar Valiente y los suyos ha recibido en pocas horas dos golpes más que estrechan el cerco en torno a la ya ex presidenta de la CNMV y sus responsabilidades en el caso Gescartera.
El primero vino de la mano de una carta dirigida por Antonio Rafael Camacho a la CNMV en la que se quejaba de David Vives (el director de Supervisión que, por entonces, investigaba Gescartera) justo unos días antes de la reunión del consejo de la Comisión en la que se tenía que decidir si se intervenía o no la sociedad de Camacho. La propia misiva es una prueba más, que se suma a las muchas existentes, acerca de que Vives quería proceder como exigían las circunstancias, por mucho que Valiente y los suyos lo nieguen. Claro que no es lo mismo tomar esta actitud ante una comisión parlamentaria que ante la juez de la Audiencia Nacional que instruye el caso, Teresa Palacios. Veremos a ver quién aguanta ante ella.
El segundo golpe fue más significativo, sobre todo por la mano que lo dio, la de Antonio Botella, el sustituto de Vives y, a priori, hombre de Pilar Valiente que, ante sus señorías, ha demostrado no serlo tanto. Botella, de entrada, llevó la contraria a Valiente y reconoció que sí se habló de intervenir Gescartera. Otro más con la misma historia y, en este caso, además, que se cambia de bando. Asimismo, Botella reconoció que Gescartera, o sea, Camacho, le engañó con los certificados falsos de La Caixa, la entidad crediticia que la CNMV quiere investigar. El engaño es lógico; era parte de la estrategia de Camacho. Pero a Botella no le dolieron prendas al reconocer que Antonio Rafael, en aquel momento, se salió con la suya. Eso ya se sabía. Lo novedoso es que Antonio Botella le llame al pan, pan, y al vino, vino, en lugar de andarse con las maniobras de distracción y las cortinas de humo de otros personajes de la trama.
Esta actitud de Antonio Botella es, precisamente, lo que da más validez a su testimonio de respaldo a Vives y a Juan Fernández-Armesto. Una prueba más, y de peso, en contra de Valiente, que convierte su estrategia en un ejercicio patético de defensa como gato panza arriba.

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