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Idiomas y mercados

Si ustedes visitan por ejemplo DesignObject, se encontrarán con una soberbia tienda virtual en la que se le ofrecen objetos de decoración, desde un frutero hasta una librería suspendida que ciertamente denotan un ingenio fuera de lo común. Los objetos son caros, pero no inalcanzables para una economía familiar media (algunos incluso son baratos en términos comparativos). Pero aunque la web se presenta en varios idiomas, entre éstos no figura el español.

Algo similar sucede en The Design Shop Online, otra curiosa tienda virtual especializada en pelotas de golf, o en la moderna Desigbutiken que sólo se muestra en inglés o sueco, dando por hecho que los mercados español, belga, italiano o suizo no resulta de interés para esos fabricantes

Hay otra modalidad que consiste en respetar las especificidades de las áreas geográficas, pero prescindiendo de versiones en idiomas distintos del inglés, como es el caso de CVC Capital Partners Limited y muchas otras entidades financieras. Pero es que lo anterior también sucede cuando el idioma original de la web es español; por ejemplo, en PaintGolf una original web argentina que se dedica a la grafía personalizadora de pelotas de golf, solamente utiliza el español para la promoción de sus productos.

Debo aclarar que he elegido deliberadamente los ejemplos financieros, de diseño y deporte minoritario precisamente como muestras de productos que, por lo menos en teoría, se deberían poder vender en todo el mundo. Sin embargo, da la impresión de que las empresas, sean suecas, argentinas o británicas, sólo tienen en la mente los mercados locales.

Es cierto que los costes de personalización de productos en distintos idiomas resultan caros, sobre todo cuando la empresa se encuentra en una fase de penetración en mercados nuevos, pero este riesgo no es significante, puesto que se diluye en los costes totales de la implantación en tales mercados. Tanto es así que en los supermercados españoles ustedes se encontrarán con frecuencia con especificaciones de productos que vienen en tres idiomas (francés, portugués y español) y que eso se hace debido a la obvia razón de la estrategia logística de almacenamiento y ahorro de costes, pero en el caso de Internet, la herramienta es bien distinta: da la impresión como si se estuviese desaprovechando continuamente las posibilidades de comunicación comercial (por otra parte, poco costosas, ya que no se presenta el inconveniente de la impresión en papel).

En cualquier caso, y a falta de un estudio de campo, hay que considerar estas otras dos hipótesis acerca de la falta de variedad de idiomas. Por una parte, el conocido asunto del inglés como lengua franca, y por la otra, que no todas las empresas realmente deseen acceder a todos los mercados. Sin embargo, esto último resulta comprensible únicamente en el caso de pequeñas empresas que, bien por falta de experiencia exportadora, bien por carencia de recursos financieros que les permitan realmente realizar las entregas a la vastedad de destinatarios potenciales, restrinjan sus objetivos a mercados que ya tienen analizados o que sencillamente, se encuentren en el entorno geográfico de su área de influencia.

El tan cacareado asunto de la migración de la empresa de “cemento y ladrillo” hacia Internet todavía queda lejos de haber quedado resuelto. Sinceramente, apenas hay negocio que no pueda ser implantado en la Red (acaso como la prestación de servicios personales, y no siempre). La recurrente excusa consistente en decir que “hemos mantenido la página web durante dos años y no hemos obtenido ni un solo negocio significativo” no debe ser dada como buena en todos los casos ni mucho menos, puesto que el éxito de un negocio en Internet, así como el del resto de absolutamente todos los negocios, es absolutamente multifactorial. Son precisamente estos fracasos los que inhiben a los inversores de cara a la promoción de nuevas iniciativas.

El inglés se ha convertido, desde hace mucho tiempo, en la lengua de los negocios, pero eso no significa que debamos despreciar mercados de una forma tan absurda. Yo apenas suelo prestar atención a los correos electrónicos comerciales que me llegan en inglés, y me consta que la mayor parte de mis conocidos, a no ser que trabajen en el ámbito específico del comercio internacional, ni siquiera los llegan a abrir, sino que los pasan inmediatamente a la carpeta de “elementos eliminados”.

¡Y eso sin contar con los que llegan en chino o coreano!

En Tecnociencia

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