Considerado como gran gurú del futuro digital, Nicholas Negroponte, ha mostrado su convencimiento en que la tecnología digital experimentará un gran impulso en países desfavorecidos, citando el caso de las repúblicas iberoamericanas, "como consecuencia de la influencia del idioma castellano". Según Negroponte lo fundamental para el desarrollo del comercio electrónico es que se cuente como mínimo con una infraestructura tecnológica básica y que exista una cultura digital siquiera intuitiva. Añade además que su predicción del desarrollo de las NNTT en Latinoamérica se basa en la identidad del idioma español (incluido Brasil, donde la enseñanza de este idioma ha comenzado a ser obligatoria).
Así pues, tenemos tres claves: por una parte, los soportes básicos de telecomunicaciones, los rudimentos de una cultura digital y la posibilidad de compartir un idioma. Pero se comprende que en caso de la mayor parte de los países en vías de desarrollo, las tres condiciones presentan más inconvenientes que oportunidades. Y no solamente por restricciones culturales o tecnológicas, sino también debido a impedimentos políticos. Por ejemplo, Open Veld, empresa dedicada al diseño web y al establecimiento de sistemas de seguridad en Internet, no puede vender sus productos a una buena cantidad de países debido a las restricciones norteamericanas sobre la exportación de tecnología de encriptación. La lista de países llama la atención por sus distintas composiciones asimétricas: Afganistán, Islas Caimán, Chile, República Popular China, Colombia, Cuba, República Dominicana, Irán, Irak, Libia, México, Nigeria, Corea del Norte, Pakistán, Panamá, Paraguay, Rumania, Federación Rusa, Sudán, Siria, Taiwán, Tailandia y Venezuela.
La tecnología criptográfica es una disciplina directamente relacionada con la privacidad de las comunicaciones y, en suma, con la libertad. La web FrEE, recoge un principio fundamental a respetar en la Red: “todo aquello que es legal en el mundo real, es legal en Internet”. La criptografía es simplemente la manera de garantizar en Internet el derecho constitucional a la inviolabilidad de la correspondencia. Quizás se esté poniendo el carro delante de los bueyes: se envían bombas y drogas por correo y, por supuesto, todo el mundo sabe que teléfono es una herramienta normal para organizar la comisión de delitos, pero a nadie se le ocurriría prohibir el servicio de Correos, las mensajerías privadas o las líneas telefónicas.
Otro ejemplo, Estados Unidos prohíbe la exportación de chips PowerPC G4 a muchos países por considerarlos piezas claves de los denominados superordenadores, considerados material sensible desde el punto de vista militar. Curiosamente, sí se pueden exportar estos componentes a Irán o Corea del Norte (Dios sabrá por qué).
Las anteriores restricciones, pese a no ser del todo determinantes, nos indican que a nivel tecnológico no todas las empresas, instituciones y personas particulares pueden disfrutar de las mismas condiciones... por lo menos hoy.
Del mismo modo que Internet fue en un principio un ingenio militar (Arpanet) exclusivo de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos y que después se convirtió en este medio gracias al cual usted y yo nos comunicamos.
No me resulta difícil comprender la causa de los temores ante las transferencias de tecnología. La propaganda terrorista, tal como hemos tenido ocasión de comprobar tantas veces en este espacio, utiliza Internet sin demasiados problemas. Basta con la adopción de una pequeña jerga para que los robots de búsqueda de palabras clave de los servicios secretos de cualquier país pasen por alto mensajes peligrosos (bastaría con llamar “Géminis” a las Torres Gemelas o “fruta” a una bomba, por ejemplo). El problema no viene por ahí, sino de la falta de ayuda en la integración de los países en vías de desarrollo (islámicos y no islámicos) al entorno de las NNTT de cara al desarrollo del comercio y, sobre todo, de la comunicación entre comunidades.
Acaso, y si tantas son las prevenciones ante los riesgos de ataque (tecnológicos o reales) tal vez iría siendo hora de ingeniar sistemas específicamente restrictivos de comunicación, pese a la desigualdad en términos de libertad que esto supondría. Pero en ningún modo nos conviene permanecer incomunicados en un planeta en el que, se mire como se mire, ya está resultando demasiado pequeño como para vivir de espaldas los unos a los otros.
Se trata de oponer el ecumenismo de la comunicación al de la violencia. Pero se comprende que no está tan claro que el éxito se encontrase a la vuelta de la esquina. ¿O sí?

Desconfianza tecnológica
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