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Enrique de Diego

Derrota de la Declaración de Barcelona

Las cosas pueden variar el miércoles, cuando se escruten los votos de los emigrantes. Es decir, Manuel Fraga puede subir y BNG y PSOE perder diputados, En el 97 fue uno en Coruña, ahora pueden ser de uno a tres. Junto a la gestión de Fraga, bien valorada por el electorado gallego, la ausencia de un proyecto nacional alternativo da un plus de ventaja de partida al PP.

El derrotado, el gran derrotado de las elecciones gallegas es el nacionalismo. No sólo desciende en términos absolutos, lo que ya es un batacazo; el resultado adquiere magnitud de desastre histórico en términos relativos, pues el mensaje es doble y claro: el BNG nunca llegará a la Xunta de Galicia y Xosé Manuel Beiras está amortizado. Si Fraga tiene que buscar heredero en esta legislatura, para Beiras esa necesidad es imperiosa. El nacionalismo ha empezado su declive. Es un fracaso para la Declaración de Barcelona. En términos de contrastación, es la confirmación de que tampoco el nacionalismo subió en el País Vasco, salvo de manera virtual y mediática. A golpe de talonario.

El socialismo puede exhibir que comienza a recuperar el espacio perdido. Algo es algo. Para las expectativas, bastante. Zapatero se ha implicado en una campaña en la que se jugaba mucho. Ha salvado, desde luego, los muebles y a Touriño. El ascenso mantiene su efecto en términos de márketing, pero permanecer en tercer lugar sugiere una temporada larga en la oposición. Arenas no perdió oportunidad para arrimar el ascua a la sardina de Aznar, haciendo una lectura nacional.

En suma, el nacionalismo sufre una clara derrota y pierde fuelle como alternativa. En medio de sus divisiones, sube, sin que aún se sepa si el PSOE es un partido nacional o una suma de odones y redondos, en las antípodas. El españolista Francisco Vázquez es el político mejor valorado de Galicia. Una pista. Osama ben Llamazares –de jihad antiamericana este domingo– confirma su carácter muy extraparlamentario.

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