Los medios de comunicación son negocios, y como tales deben conseguir, mantener y aún acrecentar sus clientes-lectores. Hasta aquí todo bien. Lo malo surge cuando se fuerzan las noticias con el único objetivo de acrecentar la ansiedad del público a propósito de algún tema escabroso, catastrófico o, lo que es peor, que remita a hechos potenciales (hechos que todavía no han tenido lugar, y que por tanto, no son noticia en sentido estricto). “Puede que” y “Al parecer” tienen cabida en las revistas esotéricas y de Ovnis, pero no en la labor de información profesional. Este tipo de información débil es más propia de los medios de comunicación tradicionales, pero Internet no se encuentra al margen ni mucho menos.
Por ejemplo, The Daily Mississipian, al cubierto de la excusa informativa y bajo el presupuesto de que las autoridades norteamericanas no facilitan información verdadera acerca de los bombardeos en Afganistán, ofrece una guía enlaces para que los lectores puedan entender con mayor precisión la situación bélico-terrorista actual. Los enlaces son ciertamente interesantes, pero por otros motivos. En el contexto de la información que el medio pretende cubrir, lo que se hace es sencillamente, aterrorizar a los lectores. Así por ejemplo, la web de este diario remite a la página de Recursos Nucleares de la Federación Americana de Científicos con abundantes datos acerca de armas nucleares y terrorismo químico o biológico, o descripción de las terribles enfermedades que pueden causar esos dispositivos, tal como se muestra en el Centro de Control y Prevención de Enfermedades. También proponen una visita a la web del Centro de Estudios para la No Proliferación (de armas de este tipo) en India y Pakistán.
En ninguna de estas webs ustedes encontrarán consejos acerca de qué hacer, qué precauciones tomar o cómo guarecerse ante la eventualidad de ataques de esta índole. Todo lo más que podrán hacer es inquietarse más de la cuenta. Tampoco encontrarán instrucciones concretas en la web del Comité Internacional de la Cruz Roja, por no hablar del terrorífico reportaje de La Crónica de Hoy o incluso de la web Nodo50 (la web contestataria con monjitas incluidas, de la que ya les he hablado en otra ocasión).
Y por si fuese poco, en el sitio En Defensa de Neoliberalismo una web radicalmente distinta de la anterior, la opinión va por los mismos derroteros.
¿A qué pueden deberse estas coincidencias entre fuentes de información tan dispares? Tanto las webs conservadoras como las contestatarias están localizadas en entornos occidentales, y por tanto, prósperos. Ideologías al margen, las personas que las mantienen disfrutan de unos niveles de seguridad que ciertamente no tienen lugar en otros entornos del planeta. No tienen problemas de nutrición, sanitarios, de educación o falta de cobijo. Hemos sido educados en la seguridad y el espíritu de sacrificio es un concepto que se ha volatizado. No hay espacio cotidiano para las emociones intensas compartidas por la sociedad, aparte de los divorcios de personas famosas y asesinatos en serie. Incluso el terrorismo (en España se sabe muy bien) se ha convertido en un rito habitual que tan sólo suscita condenas sistemáticas, como si hubiesen sido extraídas de una plantilla redactada de antemano. No es sorprendente que los medios de comunicación traten de cubrir este hueco emocional: no se tiene la sensación de que esté sucediendo lo que sucede, o que lo que sucede no es lo suficientemente grave. Así pues, hay que insistir en el espanto, en la potencia del acto potencial, en suma, en el terror.
Nunca como ahora, las sociedades objeto de agresión habían colaborado de tal forma con sus enemigos.

Ingenua mecánica del miedo
En Tecnociencia
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