La iniciativa y capacidad de resistencia de las empresas junto con la actitud de consumidores e inversores son hoy más que nunca los tres factores clave en el habitual proceso de culminación del ciclo recesivo.
El actual escenario de recesión presenta dos particularidades claramente distintas a las de los anteriores fines de ciclo. En primer lugar, nos encontramos ante una crisis cuyo anterior período de expansión se debió en gran medida a la locomotora aportada por las Nuevas Tecnologías, sobre todo en los EEUU, durante los seis años anteriores. En segundo lugar, coincide simultáneamente con un conflicto de confrontación mundial debido a la intervención de una gran parte de un colectivo ideológico (el islámico) que no actuaba como tal desde hacía siglos frente a Occidente. El terrorismo se encarga de catalizar los procesos de índole negativa, impidiendo cualquier forma de negociación.
No vamos a tener más locomotoras a lo largo de los próximos años. Esto es bueno y malo al mismo tiempo. Es bueno porque ahora mismo las empresas están atravesando una etapa de consolidación y resistencia. A las que consigan superar la prueba, la nueva fase de expansión supondrá para ellas el inicio de una nueva etapa de seguridad. Es malo porque ahora sí que nos encontramos ante un juego de ganadores y perdedores. Así son las cosas.
¿Qué señales predecirán el inicio de un nuevo ciclo? Aquí es donde intervienen los aspectos políticos relacionados con la guerra. Debido al incierto número de actores que intervendrán en el proceso global, no habría que perder de vista que tal vez la situación de equilibrio, a la que antes o después se llegará, se alcanzará mediante negociaciones entre múltiples interlocutores. Aquí no habrá rendición en Verdún ni evacuación de Saigón. Nadie puede dudar de que todo será distinto esta vez, aunque la forma concreta en que vaya a tener lugar sólo puede pergeñarse sobre la base de la especulación. Del mismo modo en que el proceso de desaceleración iniciado hace un año tuvo lugar de forma pausada hasta los acontecimientos del 11-S, es previsible que el despegue tendrá lugar de una forma similar. No habrá bandera de salida a partir de un momento cero, sino tensa lentitud. Mientras tanto, no nos podemos quedar con los brazos cruzados.
Todavía hay muchas empresas que consideran Internet y las NNTT, en el mejor de los casos, como "valores añadidos". No es así. Son herramientas básicas. Quienes peor lo pasarán serán aquellos que hayan llegado tarde. Los tecnófobos lo van a tener difícil. Internet sólo es enchufar y usar para las economías domésticas, no para las empresas. Pero nadie se puede quedar atrás.
Lo anterior significaría que el crecimiento basado en la mejora de los sistemas de comunicación aplicados a los negocios (nos referimos especialmente al entorno B2B) se detendría de forma considerable. Esto afectaría a un gran número de empleos, y por tanto, al consumo. No parece creíble que las grandes empresas (y mucho menos las PUME) vayan a apostar por innovaciones de calado dadas las circunstancias. Sin embargo, lo razonable es procurar mantener la moral alta, conservar una moderada confianza y cruzar los dedos para que se siga contando con la colaboración del mercado.
Nos llegan noticias de frenazos en los planes de expansión de grandes compañías, incluso con episodios dramáticos en los consejos de administración, con lloriqueos incluidos, ante el potencial comportamiento de los inversores, a quienes ya se les imagina escondiendo el dinero dentro de los colchones mientras crecen telarañas en los estacionamientos de carritos de las grandes superficies y en los mostradores de los aeropuertos.
Lo que en cambio debería suceder es que se procediese a la explotación hasta el máximo los recursos de las NNTT bajo las condiciones actuales, regresando a formas menos arriesgadas de hacer negocios y sometiéndose a presupuestos radicalmente conservadores. O mejor: ultraconservadores.
No son tiempos de privilegios, ni para empleados ni para empleadores. Son tiempos para trabajar. Si realmente creemos que nuestro sistema funciona, lo tenemos que demostrar, antes que a nadie, a nosotros mismos. Y si no lo creemos, hagámonos eremitas. No estamos proponiendo simplemente el apretarse los cinturones, sino el asumir el liderazgo de las organizaciones, grandes y pequeñas, con más carácter que nunca y a todos los niveles.
Se van a producir bajas en la retaguardia. Indudablemente que sí. Bajas que adoptarán la forma de cierres de empresas y desempleo. Pero sólo una adecuada actitud compartida por todos disminuirá este riesgo. El desánimo nunca ha sido un buen compañero para los momentos difíciles.
Va a ser duro. Pero vamos a salir de ésta.

Vamos a salir de ésta
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