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Libertad digital e incertidumbre

Hace cuatro semanas publicamos en este mismo espacio de Libertad Digital un artículo titulado “Las guerras de los locos” en el que con la mención de fuentes de Internet, tales como el Diario de Defensa de Pakistán, una noticia de 1996 del U.S. News sobre la participación de la CIA en la trama racista norteamericana y otras fuentes, dábamos a conocer las maniobras de una serie de tarados supremacistas para procurarse bacterias de carbunco. En la trama participaban microbiólogos de cierto prestigio académico. Los disparates de la CIA al permitir y promover la creación de laboratorios para la fabricación de heroína en Afganistán también quedaban reflejados tanto en ese artículo como en otros que se han publicado en esta misma sección.

Treinta días después se pone de manifiesto lo que no eran sino evidencias desde cinco años atrás. La migración de los medios de comunicación desde la rotativa hasta el soporte digital no es un fenómeno puramente comercial o de estrategia encaminada a la sintonización con los signos de los tiempos, sino que responde a estructuras más profundas. Más todavía, ni siquiera estamos teniendo en cuenta ahora mismo las distorsiones que los medios digitales estamos introduciendo en las propias fuentes de información. Esas alteraciones son de dos tipos: por una parte, las cautelas de las mismas fuentes a la hora de publicar las informaciones, y por la otra, el hábito de los públicos a recibir noticias cada vez más y más extravagantes, lo que disminuirá necesariamente la capacidad de respuesta emocional ante las mayores atrocidades (y queda fuera de toda duda que los seres humanos somos capaces de producir atrocidades en abundante medida).

En realidad el fenómeno no es nuevo. La indiferencia de los públicos occidentales ante la hambruna infantil en el planeta resulta sencillamente pasmosa. La ingenuas campañas modalidad cero siete por ciento, hoy prácticamente pasadas de moda y en las que incluso participaron compañías tabacaleras, lo cual es una contradicción donde las haya, se habían construido no sobre la base de luchar contra el hambre y la mortalidad infantil, sino, es preciso decirlo, para colmar el vacío vital de jóvenes aburridos, a su vez calentados por otros mucho menos jóvenes, cuya justificación presuntamente intelectual y revolucionaria había quedado aplastada bajo los escombros del Muro de Berlín. Hoy la motivación se centra en boicotear al Banco Mundial, que es más espectacular y siempre cabe la oportunidad de que la niña salga en la foto de la manifestación para regocijo de la pandilla en el bar de la facul. Además, así se escandaliza la abuela (quien, dicho sea de paso, se había puesto la minifalda en el 68, para escandalizar a la tatarabuela, etcétera).

Es inaudito que alguien pueda creer que la transferencia de un 0,7% de su renta (en definitiva, se trata de eso), sin suministro de tecnología ni creación de una sólida base democrática, pueda constituir algo distinto de una limosna. Permítanme decirlo: Domund, es inmensamente más honesto, y sobre todo, práctico, puesto que trabaja desde una perspectiva explícita de caridad, y por tanto, de alivio, sin pretensiones de solución universal de los problemas. La Iglesia tiene suficiente experiencia en este campo, y puede dar lecciones de sensibilidad a quien guste recibirlas.

Lo malo es que aparte de la pérdida de sensibilidad, lo más probable es que las mismas fuentes informativas en Internet terminen por disminuir su provisión de contenidos, o bien mixtificarlos, reducirlos a un contexto testimonial, o sencillamente, eliminarlos. El primer paso ya ha quedado establecido por la restricción de información al entorno de las intranets. Las fuentes de información sensible se enfrentan a la amenaza de ser reinterpretadas por los mismos usuarios, algo que en lo que concierne a la prensa escrita, sólo es posible si se dedica una buena cantidad de horas a sumergirse en lo profundo de las hemerotecas. Y si algo falta en el mundo occidental, es precisamente el tiempo.

Hoy somos más incapaces de predecir el futuro de la transmisión de la información que en ningún momento anterior. Desconocemos la amplitud de las distorsiones que vamos a introducir debido a la disponibilidad de acceso a la información. Pero no hay que alarmarse por ello. La policía napoleónica creó un sistema de transmisión de la información gracias a una serie de señales luminosas en cadena que se transmitían desde torreones en línea (algo parecido a las construcciones que hoy todavía siguen en pie en la costa de Almería, edificadas para protección contra los ataques piratas del norte de África), y pese a ello, la vieja Europa dirigió sus pasos hacia la democracia con cierto éxito.

Todo lo que tenemos que hacer es gestionar lo desconocido. Y más que en cierta medida, ya lo estamos haciendo.

En Tecnociencia

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