Se rumorea que Jacques Chirac ha propuesto a George W. Bush que cesen los bombardeos contra Afganistán, y a cambio, bombardear Israel, con lo que se apaciguaría el terrorismo islámico internacional. Bush se habría mostrado reacio, y la solución de compromiso sería la creación de un estado palestino.
Ironías aparte, esto del estado palestino es un viejo tema, que muchos han defendido, yo también, pero tampoco hay que hacerse demasiadas ilusiones. La transformación de los “territorios” en estado, con las necesarias adaptaciones y ajustes territoriales, será, desde luego, tarea difícil, pero no imposible; pero ni siquiera eso satisfaría a los islamistas radicales, cuya meta es la destrucción de Israel y la mayor matanza posible de judíos. Luego la creación del estado palestino no garantizaría la paz en la región.
De la misma manera que desde el sur del Líbano los hezbolás bombardean el norte de Israel, ésta y otras organizaciones militares y extremistas seguirían bombardeando, lanzando acciones suicidas, atacando como sea, a Israel, desde un estado palestino soberano, “libre y democrático”. Incluso si Arafat y sus súbditos se dieran por satisfechos con su estado, mientras que las organizaciones extremistas sin las cuales Arafat no es nada y el entorno de estados arabe-musulmanes antisemitas no cambien de actitud y no se ve ni por qué ni cuando, no habrá paz en la región. Y aún menos ese viejo sueño, convertido en pesadilla, de dos estados independientes, pero solidarios, en el mismo territorio bíblico.
Volviendo a Francia, noto que el Consejo de Estado ha anulado, por anticonstitucional, el proyecto de Jack Lang de nacionalizar y subvencionar las escuelas privadas bretonas Diwan, (¿no os recuerda nada ese nombre?). Y el Senado está haciendo trizas el proyecto gubernamental sobre la autonomía corsa, concretamente el traspaso de poderes legislativos a las futuras autoridades corsas. Desde luego, los diputados tendrán la última palabra, pero el problema seguirá sin solución previsible.
Estaba yo al acecho no de un conejo, pobres bichos pero sí de una respuesta al repelente artículo de Jean Baudrillard (dos páginas enteras de Le Monde, el 3 de noviembre) y salió ayer, escrita por Alain Minc, en el mismo vespertino. El espíritu del terrorismo, titulaba Baudrillard, y Minc, inspirándose de Marx, quien para responder a Prudhon y a su Filosofía de la miseria, escribió su Miseria de la filosofía, responde con: El terrorismo del espíritu.
Baudrillard fue durante decenios el “filósofo” predilecto de las agencias de publicidad, a las que, a partir del simbolismo y de los signos les daba consejos muy bien retribuidos para vender más como chicas en pelota para vender coches, me imagino, ha querido fabricarse, paralelamente, un personaje “singular”, pero cae en la banalidad de la “izquierda de la izquierda”, o no man’s land del fascismo rojo, exaltando, en términos ultra sofisticados los atentados del 11 de septiembre, reconociendo su “jubilo” , y afirmando que todos, conscientes o inconscientemente, hemos soñado realizarlos.
Pues yo, desde luego, no, ni Alain Minc, quien le responde, breve pero tajantemente, en nombre de la democracia ¿de qué iba a ser? Pero volveré más en detalle sobre el tema permanente del papel de los intelectuales que nos quieren imponer la “civilización del miedo”. Debo precisar, en este sentido, que el veterano jurado del Goncourt, François Nourrisser, votó a favor de Michel Houellebecq, pese a que se hubiera retirado su nombre, lo cual armó un mini escándalo. Algunas de las señoras bas bleue del jurado abandonaron el restaurante Gaillón, sin postre, ni puro, para protestar. No será un gran novelista, pero Nourrissier habrá demostrado ser un honnête homme, lo cual en francés significa algo más que honesto.

Señoritas, al salón...
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