Un tribunal de París ha absuelto al ex ministro Strauss-Kahn y a los cinco coprocesados en el juicio sobre la mutua estudiantil MNEF. No se ha limitado a eso. La presidenta del Tribunal ha criticado duramente la instrucción y se ha metido de forma casi insultante con la prensa. Esto linda con la actitud de los tribunales durante la dictadura militar griega (o la franquista).
Dimite un ministro importante, número dos del Gobierno, sospechoso de corrupción y la prensa ¿debería callarse? ¿En qué país se cree que vive la presidenta del Tribunal? Es posible que la personalidad eminente del dirigente socialista y ministro Strauss-Kahn haya dado cierta pasión, en pro o en contra, a los comentarios, pero esos son los inconvenientes inevitables de la inmensa ventaja que constituye la libertad de prensa.
El tribunal, al pretender convertirse en potente lejía, no ha resuelto nada desde el punto de vista jurídico, mientras que desde el punto de vista político, en cambio, ha permitido la reanudación de la carrera de Strauss-Khan (ya reelegido diputado) y su aportación personal a la campaña presidencial de Jospin. Pero si es cierto que la instrucción fue torpe y hasta se rajó, abandonando sus acusaciones apenas iniciado el juicio, quedan sin resolver las estafas, las mordidas, los millones en suma, que han desaparecido en profundos y de pronto misteriosos bolsillos que distribuían y se repartían los directores de esa humilde mutua que, en teoría, debían ocuparse de la seguridad social de los estudiantes. ¿Hay casos en los que la corrupción es legal y hasta políticamente correcta? Y, adoptando el punto de vista de los abogados, ¿qué pasa con Olivier Spithakis, presidente que fue de la MNEF y avispado hombre de negocios que ha pasado varios meses en cárcel preventiva y resulta ahora que injustamente, ya que también ha sido “blanqueado” del todo?
Siguiendo en el tétrico mundo de la justicia, o más bien en el paralelo de la policía, este viernes 9, los sindicatos de policía organizaron varias manifestaciones de protesta considerando que su “mestiere” es demasiado peligroso e insuficientemente pagado. Los gendarmes opinan lo mismo, pero siendo militares, no tienen los mismos derechos ciudadanos. En cuanto a los salarios llevan razón, no cobran como ciertos abogados (ver más arriba), pero seguimos con la misma pregunta: ¿Quién va a proteger a los que están encargados de nuestra protección y por eso van armados?
De todas formas es cierto que la inseguridad y la violencia aumentan, y concluiré con un caso reciente: hace pocos días, en Saintfouen, al lado del célebre “Marché aux puces”, tres policías se acercaron a un coche mal aparcado. Al verlos llegar, el automovilista salió del coche y se puso a disparar. Dos policías cayeron heridos. El tercero, en vez de huir, cosa que ocurre, se abalanzó contra el agresor, le tiró al suelo y le detuvo. Aplausos merecidos. Lo más significativo del caso es que el detenido, Mohamed T. (así lo designa la prensa), además de ir armado, tenía varias documentaciones falsas y desde que está detenido se ha recluido en un mutismo absoluto. Todo ello apunta más hacia el terrorista islámico que el gangster a secas.
Sin sucumbir a la menor paranoia, cabe preguntarse si en este aumento de la violencia no puede verse la existencia de redes islámicas que comienzan a actuar o, mejor dicho, a disparar. El hecho de que ciertos de los “violentos” sean bandidos fichados no contradice en absoluto esta pista. El GIA argelino y otros “hermanos musulmanes” están reclutando en las cárceles. Pero si se alude a eso tímidamente en la prensa, el Gobierno no dice ni mú, porque sería “antimusulmán”.
Un día, un negro alto y forzudo me detuvo en la calle para pedirme exactamente 755 francos para ir a Montpellier, en donde le esperaba un empleo (dicho viaje cuesta menos). Le respondí que no llevaba esa suman en el bolsillo y que, de todas formas... Debí emplear un tono demasiado irónico porque se cabreó y me espetó: “¡Un día un negro como yo, te matará!”. “¡Ay va!, respondí, si alguien me asesina, ¿qué coño me importa que sea negro o blanco? No soy racista”. Lo estuvo pensando.

Justicia a medias tintas
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