Pasmo y desconcierto

La cita con el taxi para ir a Orly era a las 13 horas, el Martes 13, el avión despegó a las 15,13 horas y la habitación en mi hotel era las 313. Menos mal que no soy supersticioso —porque eso es gafe—, pero tanto trece le daría mala espina a cualquiera. Pues todo bien, gracias. Pude confirmar, una vez más, que la TV española es aún peor que la francesa, ya francamente mala: sólo publicidad, fútbol y porno light. Se confirma asimismo que en ambos países, como también sucede en otros —Italia, por ejemplo— un “anti-yanquismo” soez domina los medios informativos.

Después de haber pronosticado que Afganistán iba a ser un nuevo Vietnam para los USA —basándose en las predicciones póstumas de Che Guevara— y debido a la escasez de informaciones motivada por la eficaz censura militar, se inventaban leyendas afganas sobre la invencibilidad de los talibanes y la crueldad de los bombardeos “contra la población civil”. Ahora que los acontecimientos se desarrollan con el éxito previsto y pueden verse —eso sí, fugazmente— los comandos norteamericanos y británicos en acción sobre el terreno, cunde el pasmo y desconcierto, y muchos se refugian en el cajón de sastre “humanitario”. Otros insisten en que nada ha terminado. Eso es cierto, y aunque no lo digamos en el mismo sentido, resulta evidente que para liquidar al fanatismo islámico terrorista se necesitará mucho más tiempo y otras acciones, no únicamente militares.

Pero como una minoría ha salvado el honor de la profesión y de la inteligencia, criticando, por ejemplo, el doble (y triple) juego de Arabia Saudí, las autoridades de este país, inquietas, han lanzado una gran campaña de publicidad para convencernos de la inmensa bondad y ejemplar justicia de esa sociedad carca, y de su rey Fahd, probablemente el máximo pirata petrolero. Se han pagado cuatro páginas enteras de Le Figaro, este lunes 19, y ¡lo que te rondaré, morena!. Hace unos años, el déspota Gadafi hizo lo mismo, pero aparte de llenar las cajas negras de los periódicos, de nada sirvió. Un puñado de soldados franceses han llegado a Afganistán para participar de la imprevista victoria, pero tienen un problema: no saben contra quién disparar. Lo mejor sería no disparar, les han dicho en París, pero deberán listos para los desfiles triunfales, por si las moscas.

Otro automovilista, negándose a parar en un control alcoholemia rutinario, (yo me paré y obtuve un buen puesto en el libro de los records) fue perseguido por dos motoristas de la gendarmería. Disparó, hiriendo a uno, y logró escapar. Las autoridades, y por lo tanto la prensa, indican que se trata seguramente de un etarra. Es muy posible, desde luego, como también lo es que se trate de un bandolero, o de un terrorista islámico, pero las autoridades francesas se niegan a ver el peligro islámico. Política del avestruz y síndrome de Estocolmo unidos —jamás vencidos— les hacen hundir la cabeza en la arena y repetir: todo está bajo control, el Islam en Francia es profundamente republicano, laico, y pacífico. Mientras tanto , siguen sin detener a Olano, para extraditarle, como es su obligación legal. Pero ¿y si se venga ETA?.

Hoy, lunes 19 comienza el juicio del prefecto Bonnet, en Ajaccio, Córcega. Sustituyendo al prefecto Erignac, asesinado por los terroristas Corsos, amigos de ETA, Bonnet quiso ser el representante de la mano dura del entonces Ministro de Interior Chevenement, pero las cosas como son: no detuvo a ningún terrorista, pero en cambio ordeno a sus gendarmes incendiar restaurantes y balnearios construidos sin permiso, un aquelarre ilegal que puede costarle caro.

Nuevas y masivas manifestaciones callejeras de policías, el pasado sábado. Cuando en un país la policía está en la calle tan cabreada y decidida, esto puede llegar a ser peligroso. Es probable que Jospin eche al bobo de Vaillant, actual Ministro de Interior, para apaciguar los ánimos policíacos.

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