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Esos jóvenes ancianos

El punto de vista tradicional de la dirección, denominado "Teoría X" por McGregor, propugna que el ser humano siente repugnancia hacia el trabajo, prefiere ser dirigido, tiene poca ambición y busca, por encima de todo, la seguridad. En contra del enfoque anterior, el mismo autor elaboró la "Teoría Y", la cual afirma que las personas trabajarán y asumirán responsabilidades en el supuesto de que puedan satisfacer sus necesidades personales al mismo tiempo que colaboran para que se consiga alcanzar los objetivos de la organización.

A estas alturas tal vez nos resulte reprobable que alguien pueda pensar siquiera que la Teoría X tiene algo de cierto. Correré el riesgo por pasar por anticuado ante los ojos de ustedes, pero créanme: el mundo está plagado de sujetos fácilmente clasificables bajo la primera teoría, y admito que les debo una explicación al respecto.

A lo largo de estas semanas estoy teniendo la oportunidad de impartir una serie de charlas en varias universidades españolas acerca de la vocación emprendedora. Al final siempre pregunto a los alumnos quiénes de ellos se han planteado ser independientes desde el punto de vista profesional. Como promedio, de doscientos asistentes tan sólo una treintena levantan el brazo.

Anteriormente les he explicado que las más importantes consultoras de recursos humanos han anunciado de forma repetida que a lo largo de los próximos diez años, nueve de cada diez personas con empleo cambiarán de puesto de trabajo, y que cinco de cada diez... cambiarán de profesión. Pero está visto que no me creen, asunto que me hace dudar de mi capacidad como comunicador.

Sea como fuere, y pese a encontrarnos en el siglo XXI, la gente se comporta como si nada hubiese cambiado. Un empleo para toda la vida. El mismo patrón y la misma mesa de trabajo. La jubilación. El funeral. Adiós. Lo que más me inquieta de todo esto es la falta de sentido común en esta actitud mayoritaria. Observen que se fundamenta, esencialmente, en la inmovilidad y en la falta de creatividad. Veo un panorama de egoísmo en estado puro y bajos presupuestos en I+D personal. Hay que decirlo alto y claro: no hay empleo para todo el mundo. ¿Significa esto que nos estamos adentrando en un escenario de masas hambrientas dispuestas a tomar al asalto el Palacio de Invierno?

Lo curioso es que sucede todo lo contrario. Nunca antes habíamos contado con semejante masa crítica de consumidores (todos nosotros podemos contarnos entre ellos) ávidos de propuestas que satisfagan nuestras necesidades, incluyendo las imaginarias. Por ejemplo, las grandes compañías de telecomunicaciones ni siquiera pueden satisfacer la demanda con sus propios recursos, y de ahí que subcontraten un número considerable de sus servicios. Es empleo indirecto, cierto. Si no lo haces bien te vas a la calle, cierto. Pero es empleo. ¿O es que alguna vez ha sido de un modo distinto?

Uno de los mitos más extendidos en nuestra sociedad es que en alguna parte hay un hueco libre de nueve a seis. Y no es así. El hueco nos lo tenemos que crear nosotros mismos. O eso, o que vayan empezando a clonar a Stalin.

En Tecnociencia

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