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EDITORIAL

Argentina, el FMI y la demagogia española

La demagogia no es, por desgracia, patrimonio exclusivo de la cleptocracia argentina. En la España del déficit cero, del equilibrio fiscal, del euro y de la inflación controlada, también pueden hacerse exhibiciones oficiales de histrionismo tercermundista, que tiene en el Fondo Monetario Internacional su espantajo favorito. El FMI es ese monigote de vudú al que, en compañía de Bush, las banderas israelíes y algún símbolo del dólar, suelen quemar en efigie, de Seattle a Génova, los viejos y nuevos totalitarios comunistas, en esos festivales de barricada y cóctel molotov contra la libertad de comercio, impropiamente llamada globalización, que muchos medios de comunicación jalean estúpidamente y que muchos políticos sin cabeza tratan como manifestaciones espontáneas de desazón juvenil, una especie de acné político, feo pero entrañable.

Sin embargo no esperábamos que desde el propio Consejo de Ministros --por segunda vez en quince días-- el Gobierno Español, so capa de un respaldo incondicional a la Argentina en el que no se distingue entre gobernantes verdugos y ciudadanos víctimas, pidiera de forma apenas velada que el FMI mostrara “sensibilidad” para con esos problemas argentinos a los que, por lo visto, viene siendo indiferente. Qué más quieren oír los demagogos que en Argentina culpan al FMI de la miseria que atraviesa la nación.

Es tan falsa esta postura que España fue la primera en respaldar los planes de saneamiento del FMI que Cavallo se comprometió a realizar. Y además, en una muestra de prodigalidad cercana a la malversación de fondos, acordó regalar mil millones de dólares a Argentina, para ayudarle... ¿a qué? A que el gobierno del "desertor" De la Rúa tuviera dinero de bolsillo para seguir incumpliendo --eso sí, rumbosamente-- sus compromisos internacionales y arruinando la economía nacional. Pero ni el dinero del FMI, ni el de España sale de los bolsillos de los gobernantes, sino del de los contribuyentes y es un atraco entregárselo a incompetentes corruptos como los hasta ahora gobernantes argentinos. Cualquier dinero que se de a la Argentina debe tener las garantías de un plan que la saque del desastre, no que le ayude a instalarse a él.

Seguramente lo único que quieren nuestros políticos y gobernantes es hacer relaciones públicas, llevarse bien con unos políticos que deberían ser tratados como delincuentes y que probablemente lo serán. ¿Qué sentido político le dará entonces la opinión argentina a esta postura española? ¿Disimular turbios negocios y pingües asesorías, como sugiere la soprendente aparición de González en las exequias del Gobierno radical? ¿Ayudar a que se olviden corruptelas e irregularidades de empresas españolas en aquel país, como acaso las de Aerolíneas Argentinas en manos de la SEPI? Pues si no se quiere dar pie a esa interpretación, cuantos más discretos sean los alardes de afecto político, mejor. No está el horno para bollos, ni para chollos contraproducentes. Insistir en la demagogia contra el FMI equivale a respaldar el discurso político-económico que ha llevado a Argentina al desastre. Curiosa forma de apoyo, ésta de solidarizarse con la causa de sus males.


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