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EDITORIAL

Aznar se desengaña de su Sagasta

Las declaraciones del Presidente del Gobierno al diario “El Mundo” tienen bastantes aspectos interesantes y dignos de comentario. El más llamativo acaso sea el anuncio de que su sucesor como candidato del PP a la Presidencia del Gobierno herede también el poder dentro del partido, un asunto bastante más complicado de lo que parece. Pero quizás lo más importante, o al menos lo que augura efectos políticos inmediatos en la vida nacional, es el tono de duro reproche, gélido y desengañado que utiliza Aznar para referirse a Rodríguez Zapatero. Casualmente, pero no por casualidad, coincide este tono nuevo de Aznar con el editorial -mitad bravucón, mitad botarate- de “El País” del domingo, en el que denuncia una crispación creciente en la vida política de la que culpa, naturalmente, al Gobierno y a Aznar, pero, y esto es lo importante, a la que anuncia que el PSOE inevitablemente se plegará. O sea, que Polanco y/o González propician la bronca contra el Gobierno y a Aznar no le va a coger de sorpresa.

Libertad Digital fue la primera publicación que habló sobre el evidente deseo del Presidente de tener en Rodríguez Zapatero algo parecido a lo que tuvo Cánovas en Sagasta: una alternativa que consolidase el sistema, en lugar de un peligro para el sistema cada vez que el desgaste natural en la política hiciera inevitable un cambio de Gobierno. Todo favorecía ese diseño, que incluía una llegada fácil y no muy lejana a la Moncloa por parte del político leonés. Todo, salvo dos cosas: el felipismo atrincherado en su rencor y las propias capacidades intelectuales y de liderazgo de Rodríguez Zapatero, un político inédito que oscilaba entre la sonrisa y la incógnita. Y parece que la incógnita empieza a despejarse, no precisamente a favor de aquel proyecto del Presidente del Gobierno que en su día glosamos con el título “Aznar busca su Sagasta”. Parece claro que el Presidente se ha cansado de buscar.

Tiene razón Aznar en quejarse del comportamiento de Zapatero en el viaje a Marruecos y le sobra razón también cuando dice que la oposición demuestra una total falta de criterio político en los asuntos esenciales. No es menos cierto que los consensos de los que presume en su entrevista -unos buenos, contra el terrorismo; otros malos, sobre la Justicia- los ha logrado con este PSOE de Zapatero. Pero es indudable que en las últimas semanas el deterioro de las expectativas políticas depositadas en el joven Secretario General del PSOE está siendo muy grave. Y vertiginosamente rápido. Aznar levanta acta de una situación que contraría su deseo y su designio institucional.

¿Pero cuál es la clave última de su fracaso? Pues, evidentemente, que Zapatero no depende de Aznar, es decir, de sus expectativas como líder complementario del actual Presidente con derecho a sucesión, sino que prefiere o se resigna a depender de González y/o Polanco. Y que por tanto el PSOE vuelve a la política de Almunia: rencor inextinguible y antagonismo permanente contra el PP, aunque sea del brazo de Izquierda Unida y del PNV. Algo a lo que Zapatero, en principio, se había resistido. Pero ese principio empieza a alejarse y eso lo cambia todo. La clave del sistema canovista, del equilibrio fructuoso y duradero entre los dos partidos turnantes de la Restauración, era que Sagasta, en sus orígenes, dependía estructuralmente de Cánovas y que para ello supo renunciar a su alianza con Ruiz Zorrilla y a todas las compañías republicanas que desde el Sexenio Revolucionario acampaban fuera del sistema. “A Aznar su Sagasta se le está quedando en nada”, decía recientemente otro comentario de Libertad Digital. Lo nuevo, lo importante, es que el Presidente lo reconozca o que se le entienda eso mismo con toda claridad. El desengaño tendrá consecuencias.

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