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Enrique de Diego

¿Por qué no dimite Zapatero?

La política genera su propio lenguaje para ocultar la realidad. En ese sentido, Nicolás Redondo es muy amigo de Zapatero y éste le ha apoyado en todo momento. Esto no es cierto. La dimisión de Redondo ha sido forzada por Zapatero con sus declaraciones contra el plante en el Parlamento vasco en el debate de presupuestos en protesta contra la cacicada de Atutxa. Basta hojear el diálogo entre Juan Luis Cebrián y Felipe González para entender que Nicolás Redondo ha sido sometido a una estrategia de acoso y derribo felipista y polanquista, con el añadido de las intrigas del federalismo asimétrico de Pasqual Maragall.

Resulta extraño que José Luis Rodríguez Zapatero muestre disgusto cuando se pone en duda su lealtad institucional y la falta de un proyecto nacional. Porque se trata de cuestiones evidentes. El PSOE se dedica a dinamitar la convivencia común poniendo de continuo en duda la Constitución no sólo como letra sino como espíritu, el marco en sí. Quienes mantienen en su interior un discurso de los denominados españolistas ha sido marginado por el grupo que los guerristas denominan la “guardería”.

Las razones de la dimisión de Redondo están por supuesto en Ferraz. La cuestión es por qué no dimite Zapatero, pues jugando a la división del PSE y a la eliminación del reducto constitucionalista del partido, no es el PSE sino el PSOE el que está dejando de tener un proyecto. Cuando se habla sin rebozo de ser los mariachis de Arzalluz –ya dijo el exjesuíta que “Redondo debe abandonar la vida pública”– e Ibarretxe cuando estos hablan más alto y más claro que nunca de independencia, Zapatero no sobrepasa el nivel moral y político de Madrazo. Deja de ser alternativa para intentar sobrevivir como el coordinador de un conjunto de partidos nacionalistas catalán, vasco, gallego, valenciano y, andando el tiempo, leonés.

Zapatero se perfila como un peligro para la convivencia democrática constitucional y como un aliado de los separatismos totalitarios. A Felipe González le mueve el resentimiento –no es extraño que Argentina esté y vaya al desastre haciendo caso a tal personaje que disparó el paro, la corrupción y el terrorismo de estado–, a Polanco la cuenta de resultados, tras conseguir el monopolio publicitario de los medios nacionalistas. Lo que resulta difícil de definir es qué mueve a Zapatero en esta marcha irresponsable hacia ninguna parte. Lo único que le quedaba al PSOE era cierto sentido de España. O sea Redondo. Si Redondo se va, el próximo debería ser en buena lógica el propio Zapatero.

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