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2001: Año Cero

Tratándose de Francia, pues sí, 2001 es un año sin relieve que en los futuros libros de Historia, si es que los hay, tendrá muchas páginas en blanco. No han faltado las tragedias, los conflictos, los descubrimientos científicos y algún suspiro artístico, pero Francia, nada, una larga siesta, casi un colapso. Situaciones graves y tragedias las ha habido sí, como los coletazos de las guerras en la ex Yugoslavia, la eterna guerra arabo-israelí o la agravación radical de la “guerra santa” islámica con los atentados del 11 de septiembre y la magnífica y rápida victoria en Afganistán. Pero Francia, nada, totalmente off. No todas son malas noticias: elecciones en Kosovo, cambio democrático en Perú, fin del régimen de aquelarre talibán. Como las hay negativas en Venezuela y Argentina, sin ir más lejos. Pero Francia nada, off.

Algo puede notarse sin embargo, en el gris panorama de la vida político-cultural francesa este año 2001. Por ejemplo, el 14 de julio, el presidente Chirac, en la ritual entrevista televisada de la Fiesta Nacional, insistió firmemente en la gravedad del problema esencial para los franceses, según los sondeos y los cafés: el problema de la inseguridad, del impresionante aumento de la delincuencia, etc. Muchos, en privado, me dijeron: ha puesto el dedo en la llaga, ha ganado las presidenciales. Estas opiniones, optimistas y pesimistas, según como se mire, curiosamente las compartieron el PS y las demás corrientes de la izquierda floral, ya que todos como en un coro vasco se pusieron a gritar que jamás ningún gobierno había hecho tanto a favor de la seguridad de los ciudadanos como el suyo, que nadie, jamás, había establecido un sistema tan policial y represivo como ellos (lo cual no es cierto, menos mal). Las huelgas y manifestaciones, incluso masivas y callejeras, de policías, gendarmes, abogados y jueces, con objetivos a veces contradictorios, demostraron con evidencia que el autobombo del Gobierno y de los suyos no se lo creía nadie, y que el problema sigue siendo un problema central.

Gran baza positiva oficial del gobierno: la reducción del paro se ha ido esfumando estos últimos meses; el paro vuelve a aumentar a un ritmo acelerado y no será la ley “franquista” sobre la imposibilidad de despedir que arreglará las cosas. El sistema de salud en grave crisis, con los médicos en huelga desde hace más de un mes –antes fueron las enfermeras- tampoco aboga favorablemente por este gobierno. Si el panorama político-económico es gris, el cultural tampoco es risueño. En este sentido debo reconocer mi subjetividad si afirmo que no he leído una novela, visto una película o descubierto un nuevo pintor interesantes en todo el año. Eso no quiere decir que nada de eso haya existido sino más humildemente que no me ha gustado o que no me he enterado. En cambio, puedo afirmar que las ceremonias en torno al nacimiento, con un siglo de distancia, de Víctor Hugo y André Malraux sí que fueron tristes. En cambio, muere un personaje muy simbólico, Leopoldo Sédar Senghor, quien fue ante todo poeta francés pero también diputado y secretario de Estado en Francia, miembro de la Academia francesa de la Lengua y presidente de Senegal. Todo ello tiene cierto caché pero Chirac que fue al sepelio del sangriento dictador sirio envía su chofer al de ese gran amigo de Francia. Y Jospin a un gendarme jubilado. En política, los símbolos son más importantes de lo que se cree, y desperdiciarlos también.

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