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EDITORIAL

El esperpento de Porto Alegre

Si algo bueno tiene el Foro Social de Porto Alegre es que permite identificar sin ambigüedades a todos aquellos que se oponen a la civilización, al progreso y a la libertad con la excusa de mitigar los sufrimientos y las penurias del Tercer Mundo. ¿Los culpables? El gran capital internacional cuyos “brazos armados” son el FMI, el G-7, las multinacionales y los “especuladores”, y en particular, todos aquellos que se negaron a ser juguetes del “destino”, de “la Historia” o de las “condiciones ambientales” y aplicaron su inteligencia y su esfuerzo a sacudirse la miseria en lugar de escuchar los consejos de tanto resentido irracional con pretensiones intelectuales.

Chomsky, Ramonet, la organización ATTAC, famosas y subvencionadas ONG que practican terrorismo audiovisual “removedor de conciencias” con onerosas campañas publicitarias emitidas a la hora del almuerzo, huérfanos del imperio soviético, comunistas recalcitrantes, fundamentalistas ecológicos, religiosos despistados, jueces “comprometidos”, nacionalistas vascos, prototerroristas palestinos, terroristas iberoamericanos (esta vez camuflados, no como el año pasado)... todos comparten una característica: Su absoluta rechazo de las instituciones, las leyes y los mecanismos que hacen posible la libertad y la creación de riqueza, así como su irrefrenable rencor y envidia hacia las naciones, pueblos e individuos que han sabido aplicarlas para transformar la miseria en prosperidad.

No hay peor cuña que la de la misma madera. Chomsky es el enemigo más feroz de su propia cultura, la norteamericana, basada en la autonomía del individuo frente a la sociedad y el Estado, en el respeto sacrosanto de la propiedad privada, en la economía de mercado y en la democracia. Los resultados prácticos están a la vista en todas las partes de mundo donde se han aplicado estos principios, y la consecuencia es clara: la libertad, la propiedad privada, el mercado y la democracia son los ingredientes imprescindibles para salir de la miseria. Esto es precisamente lo que les duele a los enemigos del mercado; verdaderamente les molesta que la gente pueda salir de la miseria por sus propios medios sin necesitar de sus prédicas incendiarias ni de sus criminales consejos. Son como personajes neuróticos que necesitan constantemente del aplauso y del agradecimiento de la gente. Diríase que necesitan que los pobres se mantengan pobres para poder dar rienda suelta a su instinto “salvador” y a su “generosidad”... con el patrimonio ajeno.

La clamorosa acogida de la que disfrutó este año en el Foro Noam Chomsky, —a quien sólo le faltó felicitar a Ben Laden por su “hazaña” a raíz de los atentados de Nueva York— es un mal síntoma. Chomsky, Ramonet, José Bové, los líderes de ATTAC, los del fundamentalismo ecológico; en definitiva, los líderes de la antiglobalización, son probablemente irrecuperables para la causa de la libertad y la civilización, puesto que defienden la creación de una especie de gobierno mundial (formado por ellos o por gente como ellos) emanado de la ONU con poder para disponer de los fondos del FMI, imponer restricciones a la globalización en todo el mundo, racionar los recursos naturales, etc. Pero están consiguiendo una importante cuota de apoyo entre una juventud, —sobre todo en Europa— educada en los dogmas colectivistas, en la dependencia del Estado y en la alergia a todo aquello que sea sinónimo de lucro o de mercado.

No se trata sólo de inconformismo juvenil, sino de algo quizá más grave: la creencia de que no es posible mejorar la situación personal ni la de los pueblos mediante los intercambios pacíficos y mutuamente beneficiosos, sino por medio del poder coactivo del Estado. Sería trágico que no hubiéramos aprendido nada del siglo XX.

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