Imaginemos una familia que decide, como todos los domingos, salir de paseo; pero resulta que algunos de los hijos se niegan y prefieren quedarse en casa. Los padres, modernos y tolerantes, aceptan el capricho, salen a pasear y cuando vuelven, se encuentran con los hijos sollozando y aullando porque han sido abandonados a su tremenda soledad. Pues los gobiernos de la UE me recuerdan esos niños caprichosos: no salen, se niegan a participar en el “escudo antimisiles” y en el rearme, ponen pegas a la lucha anti-terrorista, critican el “eje del mal” (formulación bastarda, pues son muchos más que tres los países que apoyan al terrorismo islámico), y al mismo tiempo se quejan porque los USA les marginan y abandonan. Pues no se queden, señores, en el salón, participen de verdad y sus opiniones tendrán más peso. El más artista en esta reacción colectiva de cobarde hipocresía es Hubert Verdines, el ministro francés de exteriores. Valdría la pena publicar sus obras completas, para reírse en familia los domingos con demasiada lluvia.
Es costumbre que los gobiernos —también los partidos—, cuando algo va mal, creen una comisión, o un nuevo ministerio, no para solucionar los problemas, sino para escudarse ante la opinión pública. Ocurre incluso que estas iniciativas se plantean también desde la oposición. Hemos visto cómo Zapatero promete crear un Ministerio de la Juventud cuando llegue al poder. Inmediatamente intuimos que un Ministerio por si solo, no bastará, tendrá que apoyarse en un Frente de Juventudes, con uniformes, o al menos camisas, probablemente azules, paso de oca, y brazo levantado... ¿mano cerrada en puño, o abierta? Da lo mismo.
Chirac, candidato a las presidenciales también promete un gran Ministerio de la Seguridad Pública, pero esto tiene más sentido, porque se trata de coordinar mejor los diferentes servicios: gendarmes que dependen de Defensa, policías que dependen de Interior, algunas policías municipales que dependen de los alcaldes, etc. En su segundo acto de campaña, como en el primero, Chirac dio en el clavo. El primer tema de campaña —y el más importante para su victoria— es la inseguridad, y la creación de ese gran ministerio no fue más que uno de los puntos de su llamamiento a una movilización ciudadana. “Todos podemos y debemos luchar contra la inseguridad”, vino a decir. El “lugar de su discurso”, dirían los lacanianos, también fue bien elegido: Garges-les-Gonesses, localidad de los arrabales parisinos, considerada como difícil. Simbolismo evidente: en 1995, Nelly Olin, RPR, senadora y alcalde conquistó la alcaldía de este feudo comunista, casi hereditario, y volvió a ganar en 2001. Pese a sus altibajos, el balance de esta señora en su lucha contra la delincuencia y el paro, es presentable.
Resumiendo los inicios de la campaña de Chirac: dos mujeres, dos alcaldes del RPR, dos casi anónimas, salvo localmente, el simbolismo político es claro. El viejo político se rodea de personalidades humildes, pero eficaces, y mujeres. La reacción histérica de sus adversarios de derecha (Le Pen, Chevenement), o de izquierda (el PS y el PC), a sus primeras intervenciones, demuestran que Chirac va por buen camino. Claro que el caminito es muy largo y puede apretar la sed...
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