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EDITORIAL

Un casus belli para el PSOE

Cada vez parece más claro que PRISA y la vieja guardia tienen un plan para desalojar a Zapatero y su equipo de la jefatura del PSOE y sustituirlos por “testaferros” de González, para que éste pueda ejercer de “Arzalluz” del PSOE. La campaña de desprestigio lanzada contra Nicolás Redondo Terreros desde PRISA a raíz del “fracaso” en las elecciones vascas, que forzó su dimisión, fue el primer golpe mortal a la “oposición serena” de Zapatero, quien había hecho suyas las tesis de Redondo acerca de la política vasca, las cuales produjeron la mejor aportación del PSOE en muchísimos años a la democracia y la libertad en España: el Pacto Antiterrorista. El segundo golpe a la imagen de Zapatero fue el desafortunado viaje a Marruecos, realizado con toda probabilidad a instancias del propio González, donde, además de la deslealtad institucional, cosechó un ridículo más que previsible. En tercer lugar, la presión de PRISA le obligo a oponerse a las razonables e imprescindibles reformas educativas que el Gobierno ha impulsado, sin presentar un programa alternativo y recurriendo a gastados tópicos demagógicos que ya no calan en la mayoría de la opinión pública. Era preciso mostrarse “beligerante”, ya que González y Cebrián estimaban que Zapatero no daba suficiente caña.

Y el último paso, el más importante, sería destruir el principal logro del leonés, el Pacto Antiterrorista, para poder volver a los viejos tiempos del gobierno en Vitoria en coalición con el PNV. Como no es posible oponerse frontalmente a algo que apoya la inmensa mayoría de los ciudadanos, es preciso seguir una estrategia indirecta, encontrar un casus belli —real o imaginario— que justifique la ruptura. El País afirmaba el lunes que “Aznar se reuniría con Zapatero para intentar restaurar la confianza en el pacto anti-ETA”. Aznar, visiblemente enfadado, desmintió con rotundidad la noticia.

Aunque en principio parece muy razonable que los líderes de los principales partidos españoles se reúnan para cambiar impresiones y unificar criterios (este es el mensaje que quiere transmitir la dirección efectiva del PSOE), lo cierto es que si Aznar acepta reunirse con Zapatero cada vez que el leonés —obligado por sus circunstancias— quiera hacer un brindis al sol que le permita recobrar la autoridad de su partido y habida cuenta del papel cada vez más subordinado y vicario que el líder socialista juega respecto de la dirección en la sombra del PSOE, el Presidente cometería el error de contaminar el Pacto con la actual indefinición de los socialistas.

Pero la reacción de la Ejecutiva Federal del PSOE no se ha hecho esperar: acusaciones al Presidente del Gobierno de instrumentalizar electoralmente el Pacto, de insensibilidad ante la situación de los concejales socialistas en el País Vasco y de injerencia en asuntos internos cuando denuncia la falta de lealtad al Pacto de los defenestradores de Redondo en el PSE, empeñados en ver “signos de cambio” en el PNV.

Y Zapatero aún no ha abierto la boca para imponer su autoridad, en el caso de que aún mantenga algún vestigio. Desde la defenestración de Redondo ha perdido toda iniciativa y se limita a dar bandazos en un intento por contentar a todo el mundo en su partido y fuera de él. Sin embargo, lo que más notan los electores es la incoherencia y la falta de un proyecto de Gobierno creíble. De eso se han encargado precisamente los de la vieja guardia, de que no lo tenga. Y ahora preparan la destrucción del único capital político que le queda al leonés: el Pacto Antiterrorista. Eso sí, sin que se note demasiado...

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