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Diana Molineaux

El improbable ataque a Irak

La prensa occidental no para de hablar acerca de un próximo ataque norteamericano contra Irak, aunque es altamente improbable a pesar de lo mucho que la Casa Blanca desee librarse de Sadam Hussein cuanto antes. Y no por razones militares, sino políticas. Parodiando a Bush, se podría decir que no se ataca a Saddam para mantener el actual “equilibrio del mal”. Y es que la precaria paz del Oriente Medio se mantiene en gran parte gracias a las tensiones del triángulo Irán, Irak, Arabia Saudí, naciones que se odian entre sí por razones de política y religión.

Destruir el régimen de Sadam sin una pieza iraquí de recambio significaría potenciar enormemente a Irán e irritar a Arabia Saudí, hoy por hoy aliada de Washington, de forma que al eliminar un problema se crearían dos. Si, además, la desaparición de Sadam conllevase la desintegración política de Irak, los problemas nuevos serían tres, porque lo más probable es que en el Norte se formase un Estado kurdo-iraquí, cosa que no aceptaría Turquía, también aliada de Washington; en el Sur surgiría el segundo estado chiíta –junto a Irán– de Oriente Medio, lo que es inaceptable para los regímenes sunnitas e incrementaría la importancia militar y política de Teherán.

Mientras la Casa Blanca no encuentre un posible sucesor de Sadam, capaz de mantener la cohesión de Irak al tiempo que mejore las relaciones con Occidente, la guerra contra Bagdad seguirá confinada a las especulaciones de los comentaristas.


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