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Está muy bien que González tenga una consultoría y que cobre por ello. Que cobre mucho, a ser posible, que algo se llevará Hacienda y, como les gusta decir a los progres y asimilados, “Hacienda somos todos”. Lo que no encaja con la actividad política y parlamentaria declarada aunque apenas practicada es la actividad no declarada de la Consultoría de González. No se puede estar vendiendo consejos mundo adelante y dándolos en el Parlamento Español. Llega un momento en que no se sabe por qué se cobra ni a quién se paga. O se sabe demasiado bien.

La excusa, naturalmente, serán las conferencias que González imparte en todo el mundo, preferentemente el Tercero. También Clinton y Thatcher dan conferencias y las cobran a precio de oro. Pero sucede que ambos están retirados de la política y ni ayudan ni entorpecen la tarea legislativa en sus respectivos países. González, no. Sigue siendo diputado por Madrid y como tal cobra un buen sueldo, se le mantiene una buena pensión y además tiene acceso a todas las ventajas y privilegios de los ex-jefes de Gobierno. Siempre hemos pensado que de un tiempo a esta parte González se dedicaba al tráfico de influencias, en España y en el extranjero. Y que, si lo hacía, cobraría por ello. Pero dedicarse a cobrar consejos –sea en dinero o en especie– es incompatible con la actividad política. González debe elegir: o empresario consultor o caudillo de la izquierda. En rigor, debería marcharse de un Parlamento al que afrentan sus ausencias y de una actividad, la política, incompatible con los negocios particulares y familiares. Que le señale una pensión Polanco o que trabaje en la SER. Legalmente, se entiende.

También podría fundar una ONG con Bacigalupo: “Los niños de la rúa”, con sede en Medellín.

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