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EDITORIAL

ETA: sojuzgar con el terror

La ETA, otra vez, ha segado la vida de un vasco. Juan Priede, socialista, dentro de su partido, estaba, al parecer, próximo a los proclives al pacto y a la humillante cesión ante ellos, los asesinos, y ante la “amable” coacción de los que esperan las nueces que los especialistas arrancan a tiros, con la dinamita y la gasolina: el PNV. Pero, ante todo, a sus 69 años y en el bar de la esquina tras despedir a su escolta, Juan era, más que nada, una presa fácil. No hay que quebrarse la cabeza, como hace algún diario en titulares, tratando de racionalizar (atenuar la irracionalidad), de buscar un móvil inmediato al asesinato que no sea el de conseguir el máximo eco a su acción. La Eta, si puede, busca en cada coyuntura, en cada circunstancia, la mejor publicidad para sus crímenes. No es que tenga un objetivo puntual definido, influir en cierto sentido en la composición y decisiones de la próxima ejecutiva del PSE, sino aprovechar la atención que los medios de comunicación van a prestar al Congreso y a las alusiones que en él se hagan a sus malditas hazañas.

Son profesionales del crimen, con el que tratan de amedrentar para sojuzgar a todos los que no comulgan con la fe nacionalista que santifica su proyecto totalitario. Cuando los socialistas se reúnan los próximos días, hablarán de su compañero al que han matado este jueves, y su mensaje se multiplicará. De este modo, optimiza su objetivo, sembrar el terror, con los mermados medios de que dispone. Ocurrió en un pueblo guipuzconao de aplastante mayoría nacionalista y con abundantes colaboradores, chivatos, que conocen al dedillo la vida y costumbres de un miembro notorio del municipio, el único concejal que no representa a un partido nacionalista. Las reacciones de los paisanos del asesinado nos permitirán asistir, una vez más al siniestro espectáculo de comprobar cómo actúa la profunda anestesia que la ideología nacionalista inocula en quienes quedan prendados de sus sofismas doctrinarios.

La compungida y fláccida disposición peneuvista frente al terror ha vuelto a ser puesta en escena por un Ibarretxe enfurruñado, que se ha dirigido a los asesinos para recriminarles su mala acción con el malhumor compungido con que uno se dirige a los chiquillos del vecino que le han atizado una pedrada al hijo de un amigo. Esquizofrenia se llama esa capacidad para lamentarse por un muerto reprendiendo paternalmente a los asesinos.

Sería muy reconfortante que el gobierno diera este viernes mismo un paso decidido para neutralizar a Batasuna, el brazo político, con zonas de sombra y perfiles difusos, de la banda asesina. Cerrar la espita del oxígeno, limitar los apoyos materiales y la publicidad que para la causa terrorista realizan “sus políticos” sería un avance en la única dirección posible, como ha quedado más que demostrado. Y si para ello se ha contado con el apoyo de los socialistas en vísperas del Congreso vasco, la respuesta del Ejecutivo y de la oposición será doblemente satisfactoria y esperanzadora. Será el mejor homenaje, mientras no se detenga y encarcele al asesino, en honor de Juan Priede Pérez, y de los que le han precedido.


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