Menú
EDITORIAL

PSE: Vía libre al “diálogo”

Una de las verdades filosóficas de las que más se ha abusado en la Historia es la de que la virtud o la verdad se hallan en el justo medio. Aristóteles fundaba su ética en combatir los extremos, entendidos como excesos igualmente reprobables. Por ejemplo, entre la intolerancia y la excesiva permisividad se halla la paciencia; entre la temeridad y la cobardía, la prudencia; y entre la soberbia y la pusilanimidad, el amor propio.

Sin embargo, hay que insistir —como hacía el propio Aristóteles— en que este principio sólo puede aplicarse cuando los extremos son igualmente deplorables; pues de lo contrario, se corre el riesgo de confundir la virtud con el vicio o la verdad con el error. Por ejemplo, entre la salud y la enfermedad, lo óptimo no es estar moderadamente enfermo. Entre la libertad y la esclavitud, nadie en su sano juicio preferiría la servidumbre feudal; y entre la vida y la muerte, nadie elegiría la coacción. Nadie mezcla el alimento con el veneno.

Nada nuevo ha propuesto Patxi López que el PSE no haya intentado ya en el País Vasco. Sólo que cuando el PSE gobernaba con Ardanza, el PNV aún no se había echado a los montes de Lizarra. Fue precisamente la imposibilidad de hacer volver a los nacionalistas al valle democrático y constitucional lo que impulsó a los socialistas vascos, de la mano de Redondo, a romper todo pacto y relación con el PNV hasta que éste no recobrase la cordura política.

Sin embargo, el deseo de González y Cebrián por recuperar un futuro situado en la prehistoria democrática española, así como el síndrome de abstinencia de Ramón Jáuregui por las mieles del poder, fueron los principales determinantes de la defenestración política de Nicolás Redondo, iniciada de oficio por Jesús Eguiguren y Odón Elorza, los dos máximos exponentes de los autodeterminantes dentro del PSE, y completada por PRISA. Con Patxi López como secretario general (cuya victoria fue laboriosamente trabajada desde Ferraz por José Blanco —quien el sábado no cabía en sí de gozo— con el entusiasta apoyo de Eguiguren, Elorza y el propio Jáuregui, jugando Zapatero el papel de convidado de piedra) y con Eguiguren como ideólogo (fruto del pacto de San Marcos entre “moderados” y “vasquistas”), el camino ya está prácticamente libre para recuperar el cambalache con los nacionalistas en el Gobierno vasco. La no inclusión —salvo que hubieran pasado por las “horcas caudinas” del diálogo con el PNV— de Totorika, Rojo o Rosa Díez en la nueva Ejecutiva, aun a pesar de tener el respaldo del 37% de los delegados, es el primer paso en este sentido. El segundo, probablemente, será minar poco a poco el pacto antiterrorista suscrito entre PP y PSOE, que Zapatero defendió enérgicamente en la clausura del Congreso, consciente de que su principal activo político corre peligro de hundirse entre la marea pro-nacionalista y las intrigas de González y Cebrián.

Patxi López ha presentado la reedición del entendimiento con los nacionalistas situándose en una imposible posición de “centro” entre la “intransigencia” de Mayor Oreja y Redondo y la intolerancia nacionalista. Es decir, pretende hallar la virtud política en el aristotélico “justo medio”. Pero ha olvidado —lo más probable es que intencionadamente— que sólo uno de los “extremos” es completamente reprobable. Y no se trata, precisamente, de aquel donde se sitúan Mayor Oreja, Totorika y Redondo Terreros.

La cuestión es qué harán ahora los partidarios de Redondo y Totorika, quienes ya no tendrán cabida en un PSE destinado a ser feliz escudero del PNV. Porque, de no aceptar el ofrecimiento de Mayor Oreja, si quieren seguir en la actividad política probablemente no les quede más remedio que formar su propio partido político.

© www.libertaddigital.com 2002
Todos los derechos reservados

Titulares de Libertad Digital
Suscríbase ahora para recibir nuestros titulares cómodamente cada mañana en su correo electrónico. Le contamos lo que necesita saber para estar al día.

  
!-->

En España

    0
    comentarios