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Enrique de Diego

1. País Vasco, nuevo escenario

La salida de Nicolás Redondo y la elección de Patxi López, con menos del sesenta por ciento de los votos, como nuevo secretario general del PSE, genera un nuevo escenario en el País Vasco, cuyas consecuencias electorales se dictaminarán en las elecciones del 2003, que serán municipales en Euskadi. En buena medida, es el propio partido socialista el que ha demostrado interés en generar ese nuevo escenario para confirmar su aserto previo de que se daban nuevas circunstancias que hacían preciso un cambio de estrategia respecto a su pacto tácito con el PP de las pasadas autonómicas, lo que se conoció como la alternativa constitucionalista.

La ilegalización prevista de Batasuna es una voluntad política posterior al ajuste de cuentas interno contra el redondismo, ya diseñado por Felipe González y Juan Luis Cebrián. Dato no menor, porque indica el sometimiento de la dirección socialista a poderes no legitimados por la democracia interna, y plantea una situación de suplantación del PSOE por poderes fácticos, que anteponen la desestabilización a cualquier otro criterio, incluido el de la rentabilidad electoral: los mismos socialistas reiteran que la postura de firmeza del PP les resulta “rentable” en el ámbito nacional.

En buena medida, esa ilegalización es una consecuencia del movimiento del partido socialista, porque ante el intento de aislar al Gobierno de la nación y al PP, estos se ven en la necesidad de mover ficha y plantear medidas que los socialistas se vean obligados a respaldar, para no asumir el completo descrédito nacional. A medida que al PP se le resta capacidad de iniciativa en el País Vasco –como se ejemplifica en la ruptura del acuerdo de gobernabilidad del Ayuntamiento de San Sebastián–, el Gobierno de la nación se verá obligado a tomar más la iniciativa.

También en el nacionalismo se perciben algunos movimientos, más efecto que causa, a raíz del cambio experimentado en la dirección socialista, con resquebrajamiento del frente constitucionalista, y de la posibilidad de que el brazo político de Eta no pueda concurrir a las elecciones. Esos movimientos se dan en Eusko Alkartasuna, un partido cuya postura de comparsa del PNV le obliga a intentar desmarcarse, radicalizarse en las esencias y mostrar un perfil propio. EA intenta capitalizar los trasvases pasados y futuros de votantes batasunos mediante la reedición de Estella, cuya condición previa es la declaración de una tregua-trampa de Eta.

Lo que se percibe, en primera instancia, es que el cambio experimentado en el partido socialista, lejos de moderarlo, radicaliza el escenario, al dar alas a los nacionalistas respecto a sus pretensiones independentistas y totalitarias, y forzando al Gobierno a mantener la iniciativa.

La cuestión es ¿por qué ha llevado a cabo el PSE este cambio y a qué criterios de racionalidad responde?

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