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EDITORIAL

Prensa: ¿al servicio de la huelga?

El abrupto cierre de emisión de TVE (la única televisión existente por entonces) a las doce de la noche del día 13 de diciembre de 1988 fue, sin duda, un golpe psicológico que tuvo mucho que ver en el triunfo de la huelga. Bastó con apretar un solo botón para dejar a toda España sin cobertura audiovisual.

En el 20-J, sin embargo, el panorama es bien diferente. La huelga general no es, ni de lejos, tan popular como lo fue el 14-D, y hoy no es posible paralizar todas las emisiones de televisión apretando tan sólo un botón. Tampoco conveniente, desde el punto de vista sindical, puesto que los convocantes necesitan imágenes de comercios e industrias cerrados emitidos con profusión por los informativos televisivos, sobre todo para que las vean los miembros del Gobierno y los dignatarios europeos que ya se encuentren en España.

Esta vez, el golpe de efecto parece que vendrá por la prensa escrita. La huelga tendrá lugar la víspera, el día 19, para que a la mañana siguiente no haya prensa disponible en los kioskos. Al igual que con la misa del domingo, los sindicatos pretenden adelantar la jornada de huelga en los periódicos a la víspera, para poder cubrir la jornada de huelga y que las portadas del día 21 —fecha de la Cumbre europea— puedan reflejar con todo lujo de detalle el “éxito” de la convocatoria. Un detalle más que demuestra la intencionalidad política de una huelga absurda, que no puede justificarse racionalmente, si no es con intoxicaciones y mentiras como la de la supresión del PER o la eliminación del salario de tramitación, al cual sustituirá directamente la prestación por desempleo desde el mismo momento en que el trabajador sea despedido.

No contentos con sus 200.000 liberados que cobran de las empresas, ni con los miles de millones de reciben del erario público para financiar su corte de ociosos burócratas que sólo una minoría de trabajadores está dispuesta a pagar, también quieren el poder político sin pasar por el enojoso trámite de unas elecciones. Si para ello es preciso recurrir al terror rojo en la prensa —en versión light, tal y como mandan los tiempos— a la coacción de los piquetes, a la intoxicación o a la violencia pura y simple, poco importa. El caso es demostrar que se tiene fuerza y que se está dispuesto a utilizarla contra un Gobierno cuyo único pecado ha sido dar más importancia de la que tiene, y tratar con más condescendencia de la que merece, al movimiento sindical.

En España

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