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Sueños rotos

La dimisión de Jean Marie Messier como presidente de Vivendi supone el punto final de los sueños de grandeza de la compañía gala de servicios y comunicaciones. Messier cogió Vivendi cuando era sólo una empresa de aguas con solera -fue fundada por Napoleón III- para convertirla en una sociedad de servicios y engrandecerla con un proyecto ambicioso en el campo de las comunicaciones y el ocio. Todo se desarrolló con rapidez, con una velocidad inaudita: Vivendi crecía en los sectores de limpieza urbana, construcción, inmobiliario, cine y televisión, pero lo hacía sin consolidar algunos de sus cimientos y la otrora estrella de los noventa hoy tiene que reconstruirse sobre los restos de sus excesos.

Los negocios en el área de servicios marchan bien pero en el ámbito de la comunicación y el ocio las cuentas hace tiempo que no salen. Vivendi invirtió cantidades multimillonarias en proyectos como Canal Plus, Sogecable o la adquisición de productoras de cine y ahora tiene que empezar a plantearse la retirada de unos ámbitos que ayer eran muy prometedores y hoy son un agujero sin fondo. Por tanto, lo primero que tendrá que hacer el nuevo presidente de la compañía es poner en orden una casa que conoció tiempos mejores, aunque su brillo tuviera mucho de espejismo.

Esa nueva estrategia a la que se ve abocada Vivendi tiene su repercusión en España. La compañía tuvo que replantearse sus acuerdos con FCC, y aunque sigue dentro del capital de la empresa que preside Esther Koplowitz, la relación se ha modificado en favor de los intereses españoles. En este caso, las cosas ya están concretadas con los nuevos acuerdos firmados entre FCC y Vivendi Enviroment; ahora hay que ver qué sucede con Sogecable, un negocio que, al menos en España, ha resultado ruinoso para la compañía. Vivendi, por ello, podría plantearse la posibilidad de vender a Telefónica su participación en la empresa que tiene también como socio a Prisa, lo que desbloquearía la fusión de Vía Digital y Canal Satélite Digital: el Gobierno no pondría problemas a una plataforma digital única en la que la voz cantante la llevase la operadora que preside César Alierta porque su preocupación -que cayera en manos de Jesús de Polanco- desaparecería.

La salida de Messier, por tanto, pone fin a una etapa de sueños de grandeza, sueños que han quedado rotos ante el implacable juicio de la realidad. Su sucesor tendrá que aprender bien la lección y realizar planteamientos estratégicos con los pies bien asentados en el suelo porque los castillos en el aire terminan por venirse abajo.

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