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Andrés Freire

Olivenza/Olivença

La atención de estos días hacia los territorios de Gibraltar, Ceuta y Melilla nos hace recordar la existencia de otro enclave que apenas se menciona en nuestro país. Nos referimos al municipio extremeño de Olivenza, tradicional bastión portugués mas allá del Guadiana conquistado por España en la Guerra de las Naranjas de 1801 y que (según los portugueses) debería haber sido devuelto tras las guerras napoleónicas.

Durante los últimos años, ha habido en Portugal un rebrote de atención al enclave. Una reducida pero insistente Asociación de amigos de Olivença ha conseguido reabrir en el Parlamento la polémica, ante la cual el ministerio portugués de asuntos exteriores, aunque afirma que Olivenza no es problema, deja caer que quizás la situación cambie si se modifica el estatus de Gibraltar. Incluso, el ejército portugués se ha negado a demarcar esa frontera en sus mapas para no reconocer así hechos consumados.

A muchos les podría parecer paradójico que, en pleno proceso de construcción europea, aumente en Portugal la corriente antiespañola. Sin embargo, es probable que el motivo sea la propia Unión Europea. La eliminación de fronteras, la unificación monetaria, la liberalización de movimientos para personas y mercancías implican una progresiva irrelevancia de antiguas divisiones. En este marco unificador, Portugal teme sucumbir al fin ante la geografía y convertirse en una más de las comunidades de España. A modo de vanguardia, las grandes empresas y las pequeñas, los operadores turísticos, los editores de mapas de carreteras, las nuevas cadenas de televisión, consideran a la Península Ibérica como un todo unificado. (NOTA: también el Oporto y el Benfica desearían jugar la liga española, pero no les dejan)

De ahí que la cuestión española esté muy presente en el debate político portugués. Allí son vistos como impulsos anexionistas las diversas presiones que ejerce nuestro gobierno para que Portugal modifique sus libros de texto rabiosamente nacionalistas, introduzca el español en su sistema educativo, y dé prioridad, a pesar de la ruina de las arcas públicas portuguesas, las infraestructuras que comunican Lisboa y Oporto con Madrid y Vigo.

Este contexto explica el exabrupto del ex primer ministro Antonio Guterres cuando negociaba votos en la Cumbre de Niza: “Nuestro país lleva ocho siglos luchando por su independencia”. O la preocupación de las fuerzas vivas de la nación por la posibilidad de que las empresas españolas se apoderen de las portuguesas pendientes de privatización. O que grupos, por ahora minoritarios, reclamen la vuelta de Olivenza al Alentejo (precioso topónimo: Allende el Tajo). A los oliventinos, la sola idea les debe parecer inconcebible, pero los portugueses argumentan que también los habitantes de Gibraltar se oponen a que el peñón vuelva a España, y al gobierno español eso no parece importarle.

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